Estando el otro día en casa de mi tía, me llamó poderosamente la atención una conversación que estaban manteniendo los progenitores con sus hijos. Los cabezas de familia no estaban siendo el mejor ejemplo de lo que debe hacerse en familia, sin embargo, empezaron a contarle a sus hijos lo mal que trataban otros padres a sus retoños. El abandono al que los sometían, que no tenían para papel higiénico, que solo los hijos pasaban mucha hambre, que estaban todo el tiempo discutiendo entre ellos, que no estaban de acuerdo con que los padres fueran los que mandaran aunque así lo hubieran decidido los hijos, que aquella elección no valía, etcétera. Me llamó la atención cuando volví a ir y escuché la misma conversación en la misma casa, que obviamente no es la de ningún familiar mío. Una y otra vez les daban las malas noticias que había en las casas de alrededor, pero nadie se preocupaba por lo que ocurría en la familia. Mientras, yo lo veía desde fuera y me preguntaba por qué interesarían esas historias en la casa.

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