Me cuesta creer que Radioterapia en Jerez comience a atender a pacientes en cinco meses, como lo anunció el sábado el delegado territorial de Salud. Quizás, sea en el último mes, ya in extremis, cuando las puertas se abran con todas las de la ley para quienes luchan contra un diagnóstico con la palabra cáncer. Y me cuesta creerlo porque no han sido pocas las fechas las que desde la Administración andaluza se han dado para un edificio que por un tiempo creí que correría la misma suerte que el palacio de congresos junto al hospital. Sí, ese mismo esqueleto de cemento que abandera el periodo de promesas incumplidas, de proyectos fantasmas y de presupuestos sin presupuestar. Quizás me equivoque -si es así no me importará reconocerlo- pero dar un plazo para Radioterapia es para mí escuchar llover. No muchas las familias las que cada día se levantan para ir a Cádiz (con mejor suerte a una clínica concertada recientemente en Jerez) para dar un paso al frente a su enfermedad. Dar fechas a sus esperanzas es, en Radioterapia, más política que compromiso.

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