Dar de comer al hambriento y de beber al sediento son deberes de todo buen cristiano. Nada se dice en los sagrados textos de cobijar a las criaturitas empapadas, pero se supone que también ha de ser ésta una obligación de todas las personas de bien, crean en Dios o en el zurdo titular de la Iglesia Maradoniana. Es bien cierto que hay cofradías que para que se queden sin salir deben mirar al cielo y ver juntas a las borrascas Emma, Félix y Gisele, cogidas las tres de la mano de un tornado. Hay otras que hacen justamente lo contrario, no nos vamos a engañar. En estos asuntos tan delicados lo recomendable es hacer uso de la cabeza, que vale para mucho más que para colocarse un capirote o portar el bonete. La celebración de la Semana Santa implica, ante todo, responsabilidad. Y en grandes dosis. Son miles de personas las que llenan Jerez, tanto en los desfiles procesionales como en las aceras y los palcos. Si la responsabilidad se pierde un día tan sólo se pueden esperar que los chuzos caigan de punta. Y recuerden ustedes que el chuzo era la antigua lanza de los serenos.

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