El centro de Jerez fue ayer un bullir de gente. Jóvenes y mayores, casi dados de la mano, recorriendo las sedes de las hermandades. Besamanos y besapiés se aglomeran en esta mágica jornada en la que un jerezano tiene encomendada la ilusionante labor de adelantar siete días lo que aún está por llegar. Es el Pregón y su templo es el Villamarta, ese lugar donde los versos se tornan oraciones y la imaginación de cada cual recrea las chicotás, saetas y 'levantás' más perfectas que imaginarse puedan. No se cupo en bares y restaurantes y el bullir de gente bien arreglada lo llenó todo. Los cofrades dieron vida a la ciudad de nuevo. Respeto a quienes no les gusta esta celebración, también a aquellos que pasan de ella, que no felicitan a los cristianos el Domingo de Resurrección pero sí se dan de patadas en el culo para felicitar el Ramadán a los musulmanes. Lo que no podré hacer nunca es entenderlos.

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