Arquitecto

y urbanista

LA celebración de la "Semana Verde" de la Unión Europea con el lema "Empleo verde para un futuro verde", nos manifiesta que la idea de una "economía verde" parece haber calado en el discurso político. Todo ello, indudablemente, favorecido por el desencanto general con relación al paradigma económico dominante; una sensación de fracaso y de cansancio que se desprende de la crisis del mercado que se ha producido, en particular la crisis financiera y económica que comenzó en 2008. Si bien las causas de esta crisis son diversas, básicamente todas comparten un mismo elemento: una asignación evidentemente incorrecta del capital.

Durante las dos últimas décadas una gran cantidad de capital se destinó a propiedades, combustibles fósiles y activos financieros, promoviendo una rápida acumulación de capital físico, financiero y humano, a costa de un agotamiento y una degradación excesiva del capital natural, del cual forman parte nuestros recursos naturales y ecosistemas. Al agotarse las reservas mundiales de riqueza natural, a menudo de forma irreversible, este patrón de desarrollo y crecimiento ha afectado negativamente al bienestar de las generaciones actuales, planteando enormes riesgos y desafíos a las generaciones futuras. Tendríamos que pensar, responsablemente, que las recientes crisis múltiples son sintomáticas de este modelo. Además, cada vez existen más pruebas que justifican, desde el punto de vista económico y social, la transición a una "economía verde", entendida como un conjunto de modos de hacer donde se busca maximizar la producción, tomando en consideración variables hasta hace poco ignoradas a la hora de establecer un negocio, como la conservación de los recursos naturales y la erradicación de la pobreza. En definitiva: que se puede hacer negocio, crear empleo e impulsar la equidad social al mismo tiempo que se respeta el medioambiente

Todos los datos concuerdan. La "economía verde" crece con mayor celeridad que la que podríamos denominar "marrón" y permite conservar y recuperar el "capital natural", al que reconoce, e invierte en él. Los últimos informes de Naciones Unidas al respecto demuestran que la transición a una "economía verde" es posible invirtiendo el 2% del PIB mundial anualmente (actualmente en torno a 1 billón de euros), a partir de ahora hasta 2050, para enverdecer 10 sectores fundamentales: agricultura, construcción, energía, pesca, silvicultura, industria, turismo, transporte, agua y gestión de residuos. En la simulación, realizada por expertos de diferentes países para estos informes, se alcanzan tasas de crecimiento anual (del PIB mundial en general y del PIB per cápita) más elevadas que las del modelo actual en un plazo inferior a 10 años, ofreciendo al mismo tiempo mayores beneficios ambientales y sociales. Por ejemplo: según estas previsiones, se reducirían, para el año 2050, las emisiones de CO2 relacionadas con el consumo energético en aproximadamente un tercio, tomando como referencia los niveles actuales, e implicaría, para el mismo año, una reducción de, aproximadamente, una quinta parte de la demanda de agua en comparación con la tendencia actual. Y también contribuiría a mitigar la pobreza, ya que los flujos de beneficios del capital natural llegarían directamente a los más desfavorecidos en países o comunidades de renta baja, en las que los bienes y servicios de los ecosistemas constituyen un componente significativo en el sustento de la población.

Existen, pues, fundamentos sólidos para que tanto el sector público como el sector privado intensifiquen sus esfuerzos para llevar a cabo tal transformación económica. El sector público con el uso de instrumentos como las medidas fiscales, los incentivos y las cuotas de emisión para promover la inversión y la innovación "verde", e invertir en el desarrollo de capacidades, formación y educación, así como en fortalecer la gobernanza internacional y los mecanismos de apoyo a la transición a nivel mundial. Por su parte, el sector privado ha de comprender y calibrar la verdadera oportunidad que supone para una serie de sectores fundamentales la transición hacia una "economía verde", y debe responder a las reformas políticas aumentando la financiación y la inversión.

Lo que parece que está claro es que nuestro mayor riesgo sería continuar con el statu quo actual.

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