Análisis

Manolo Romero Bejarano

Feria de abril, o mejor de mayo, en Jerez (Pemán ha dicho de mi)

Y es que Andalucía es una señora con tanta hidalguía, que apenas le importa lo material...

Polvo, ruido y multitud. Así es la Feria, sin más. Una acumulación ilimitada de decibelios y tierra en suspensión, aliñada de borrachos y caballos que dan vueltas. A primera vista, nadie encontrará rumbo ni elegancia, ni una raza vieja, ni gente que gasta diez duros en vino y almejas vendiendo una cosa que no vale tres. Todo es caro y ensordecedor, confuso. Chaquetas claras adornadas con vistosos lamparones de aceite mil veces recalentado. Resacas cercanas a la última agonía y colas interminables para usar retretes que harían temblar a los protagonistas de Trainspotting.

Sin embargo volveremos una y otra vez al Real, cada año, cada día de Feria que Dios nos de fuerzas. Llegaremos por la plaza del Caballo oyendo un gazpacho informe de reggaeton y charlatanes de tómbola, oliendo a fritanga desde los primeros puestos de churros, asaltados por ejércitos de turrón y peladillas hasta pisar el albero, el infierno que en breve se transformará en paraíso. Poco a poco la suciedad, el bochorno y el estruendo se irán disipando. Los disolverán la risa y el fino, sorbo a sorbo, copa a copa…

Ya apenas importa lo material, y hay el momento en que los pies no tocan el suelo. Hemos transcendido. Hemos llegado a la Feria. Sonará la misma sevillana una y otra vez. Llegará (de nuevo) una mujer de tez cetrina a vendernos un clavelito y accederemos a la barra de lata entre empujones para pedir. Pero todo dará lo mismo. Una vez más nos sorprenderemos cuando el alumbrado irrumpa en el crepúsculo, recordándonos que llevamos muchas medias botellas y, aunque no lo parezca, el tiempo pasa. Saludaremos con efusión a diestro y siniestro. Nos alegraremos ante cada jarra de rebujito, aunque no se nos ocurriría probar ese bebistrajo en otra circunstancia. Llegaremos a la misma gloria bailando el último éxito de moda y gritaremos ante el Dj para que nos ponga (una, otra, y otra vez) a Raffaella Carrá. Una, otra, y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...

Pasó el rebullicio, pasó la alegría, así son las cosas de esta Andalucía...

Cuando a la mañana siguiente nos vaya soltando el dolor de cabeza, buscaremos en la cartera para descubrir que no nos queda un euro. La barriga revuelta y la cuenta menguante. La ropa apesta y los zapatos dan asco. Es hora para meditar sobre las ruinas de esta raza vieja que se lo ha gastado todo en vino. Es hora de alejarse de los cantos de sirena.

Pero suena el móvil…

¿No me digas que estás aquí? ¿Que has venido para la Feria? Claro, claro que nos vemos. Déjame que me duche. ¿A las cuatro? A las cuatro nos vemos en la caseta de Cuarto Milenio…

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios