Análisis

ANDRÉS CAÑADAS SALGUERO

La Hermandad Sacramental de Santiago

Aprovecho las líneas que me brinda la actual legislación española en materia de Derecho de Réplica, para saludarles afectuosamente desde este inusual espacio para mí al que me veo obligado a acudir, de cara a arrojar algo de luz sobre algunas de las cuestiones aquí publicadas recientemente, nacidas sin duda del desconocimiento, ya que en las últimas semanas, y a consecuencia de un más que desafortunado recurso presentado hace unos días en la sede de la Delegación Diocesana de Hermandades y Cofradías, se han podido leer determinadas cuestiones inexactas sobre la Hermandad Sacramental de Santiago, corporación que me honro en presidir como hermano mayor, desde finales de mayo de 2015.

Una cofradía establecida en la jerezana parroquia de Santiago el Real y de Refugio que dedica su fin principal al culto al Dios Eucaristía, que hunde sus raíces -presumiblemente- a comienzos del siglo XVI según señalan antiguos documentos fechados en 1533, y que después de casi cinco siglos de historia, se halla actualmente en pleno proceso de renovación, tras que las últimas décadas de la pasada centuria la condenasen a un ostracismo muy cercano a su definitiva extinción. No fue así, y gracias a la decisiva intervención en este sentido, de monseñor Juan del Río -primero- y de monseñor José Mazuelos -después-, a quienes ayudó no menos decisivamente Joaquín Perea, actual delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, nuestra corporación encontró los resquicios necesarios para volver a funcionar como entidad dedicada a los ritos que señala la Adoración al Santísimo Sacramento, ritos de silencio y meditación, de campanillas y nubes de incienso.

Hoy, afortunadamente, nuestra realidad es bien distinta a la que dibuja este cercano recuerdo, y podemos contar con orgullo que otra vez formamos parte activa de la vida parroquial que con mano diestra comanda don Diego Moreno, nuestro párroco, aunque eso sí, entre los debes principales con los que contamos, se hallan los inevitables números. Números que crecen muy despacio, si de hermanos pertenecientes a nuestro censo hablamos, y que en cambio galopan con una facilidad increíble, cuando hacemos alusión a los muchísimos gastos que en los dos últimos años hemos debido de afrontar, de cara a recuperar el enorme patrimonio material que los años fueron ajando, descuidando, e incluso perdiendo. En este sentido, es necesario señalar cómo -con la ayuda de Dios- hemos devuelto el esplendor al Sagrario del templo, a la valiosísima Custodia procesional, al crucificado de las Almas que preside la Capilla Sacramental, o a la no menos valiosa talla de Nuestra Señora de la Paz, imagen mariana titular, que se ubica en la Capilla Penitencial de la Paz de nuestra casa. Y todo ello, sin pedir nunca nada donde entendíamos no debíamos de hacerlo, sino asumiendo nuestra naturaleza y nuestros limitados recursos, encomendándonos a lo que para nosotros disponga democráticamente la Unión de Hermandades, y también "a lo que nos provea la Divina Providencia", un discurso que aprendimos en su día de nuestro buen amigo el Padre Felipe Ortuno, y que ni se imaginan ustedes la cantidad de satisfacciones que reporta.

A partir de ahí, como sucede en todas las cofradías de Jerez, muchísimas cosas más. Algunas importantes y llenas de sentido, y otras, menos ligadas a lo trascendente y más cercanas a lo material e incluso a lo concerniente al mundo de los débitos, ya que obviamente no somos más que lo que somos, y todavía existen determinadas situaciones que denotan nuestra excesiva juventud, a pesar de tanta historia derramada sobre nuestras espaldas. Aún así, podemos asegurarles sin ningún tipo de pudores, que ser miembros de esta Hermandad es de las cosas más reconfortantes que nos han pasado en nuestras vidas como creyentes y como humildes servidores de nuestra Iglesia local, esa misma que en su línea de habitual prudencia nos pide silencio y mesura a la hora de resolver nuestras cuitas y conflictos, -situaciones que de vez en cuando también aparecen- ya que en nuestra condición de humanos, ese divino don que es la imperfección nos lleva a veces a recorrer caminos lejanos a la Verdad.

Y nada más… y nada menos. Así es nuestra corporación y así es la realidad en la que vivimos, la misma que nos gusta acompañar de generosidad y sencillez, pero sabiendo ser igualmente defensores acérrimos de nuestros derechos y libertades en el marco de una justicia y una equidad, que se convierten en elementos innegociables de fraternal convivencia, -algo que tenemos muy claro y que siempre tendremos- pues no hay otra forma de pertenecer a una cofradía si no es así. Obediencia, respeto, y también firmeza ante las desigualdades.

Santiago es nuestra sede, nuestra casa, y también la de todos ustedes. Un rincón de paz, al que sinceramente les invitamos, y una catedral del buen gusto donde tenemos la inmensa fortuna de compartir techo con gente que merece muy mucho la pena, y donde a pesar de nuestra 'reciente' llegada hemos sido recibidos de una manera maravillosa por todos nuestros vecinos, y por dos cofradías -Buena Muerte y Prendimiento- que son dos ejemplos inigualables de entrega e ilusión, y dos pilares fundamentales para un barrio como no hay dos. Seguramente, por aquello de las prisas diarias, no hayamos tenido tiempo hasta ahora de preocuparnos de contar a todo el mundo, quiénes somos, y dónde estamos, pero eso es algo que tiene pronta solución. ¿Quieren conocernos mejor? Pasen. Está abierto. Somos la Sacramental de Santiago. Bienvenidos.

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