Observo con asombro que un lugar tremebundo en el que tuve hace poco una de las peores experiencias gastronómicas, corrijo, la peor sin duda de mi vida, regala una copa de vino por tapa durante la Sherry Week, oferta que anuncia en la página oficial del evento y sin posibilidad de advertir al resto de la humanidad del peligro al que se expone. Dice un amigo mío, que me acompañó en la experiencia y vive para contarlo, que la comida de este lugar -llamarlo restaurante sería un insulto al gremio- parece la comida de una cárcel de Tailandia, aunque tengo serias dudas de que los reos de la prisión en cuestión no se declararan en huelga si así fuera. Entiendo que el tiempo pondrá en su sitio a este y a otros muchos establecimientos de los que proliferan en Jerez al hilo del tirón turístico, pero sin ningún filtro previo que impida que muchos acaben, siendo generoso, con una indigestión. Aún se me revuelven las tripas sólo de pensar en la comida del lugar, de nuevo cuño y a escasos metros del Consistorio. Con lo bien que se come en el Arturo, La Carboná o la venta Lomopardo. ¡Dónde va a parar!

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