Alfa: La ciudad, al trasluz del mediodía, es una poquedumbre o podredumbre de retículas con la nada. Copas de negocio sobre la balaustrada del mentidero oficioso. Innúmeros amigos y colegas platicando por arrobas. Restaurante adentro. Contrasta el bullicio interno -esa fosforescencia de la sociabilidad a la antigua usanza- con la pusilanimidad externa -cuatro turistas (albas muchachas en flor) que anticipadamente ya usan chanclas no sólo de andar por casa-. La calle desértica -urbe de capa terciada- se asemeja al cartel costumbrista del desamor sin apoyaturas líricas. Reunión entre técnicos y asesores externos de empresa. En un amén pasamos del tercer sector y de la economía social al escritor André Malraux y a su novelesca inquietud geobélica. Abrupto cambio de tercio temático. Jerez se internacionaliza en esta improvisada conversación de tintes literarios. La letra con sangre entra. Malraux -ese yuxtapuesto buscador de patetismo estilístico- siempre luchó a ultranza contra la impostura. Sopa de tomate aterriza sobre la barra del tú a tú. Algún artista en ciernes se arranca por fandangos detrás de mí. La letrilla se hace audible. Se me viene a las mientes un comentario a medias confesado por otro destacadísimo flamencólogo amigo: "Es curioso: el Teatro Villamarta se ha llenado durante todos los espectáculos del Festival de Jerez pero con nadie de esta bendita tierra (salvo los leales miembros de la Mesa del Flamenco y casi pare usted de contar)". La atención enseguida regresa a su punto cardinal. Ya los nombres de Saint-Exupéry, Nordalh Grieg o Ernst Jünger moblan y amueblan la charleta. Mantengo el hilo argumental porque me chiflan los "ismos". Jerez no es la fuente del Nilo ni el eco viajero del Gran Café Gijón. Pero de cuando en tarde salta a la palestra una tertulia de atípica hondonada.

Beta: Contacto con Eva Castañeda. La (gran y eficiente y de suyo trabajadora) Hermana Mayor del Perdón se pasará de frenada en la fortaleza, en el tronío y en la musculatura de su (pronta) recuperación. La enfermedad -esa visita indeseada e indeseable-, a la que Eva no dará pábulo, quedará K.O. en los primeros asaltos. En la cofrade encuentra una púgil de padre y señor mío. Con pegada frontal. El combate ahora presenta cortísimo recorrido. Aquí no subsiste más que una campeona. Con certezas que la asisten. La enfermedad -efímero extravío- ya es declinada usuaria de su perdición. Blande la resultante de una apuesta unánime. Mis pálpitos por lo común nunca yerran. Eva enseguida contará este sucesillo tal un difuso capítulo muy lejano en la desmemoria. La vida es amor, empuje, energía, honestidad, fuerza y espíritu. Eva las posee en cantidades industriales. Ella juega a caballo ganador. El de su vigor que avanza siempre de frente. Y no que se mueva un varal, hermana.

Gamma: Coincido en Asisa con Vicente Lozano. Ambos en calidad de acompañantes. Concepción Sampalo, su esposa, sufrió un aparatoso accidente a la altura del paso de peatones del Mamelón. La arrolló un vehículo. Manda bemoles. Se ponen los vellos como escarpias oyendo la narración del infortunio. A Dios gracias el diagnóstico no pasó a mayores. Pero la buena señora -que ninguna infracción cometió en su calidad de viandante siempre atenta- ha quedado muy dolorida. Hay golpes que trituran la estabilidad física. La recuperación es un hecho. Como para descreer del omnímodo poder custodio de los ángeles de la guarda.

Delta: Lorenzo Amor -que se confiesa sin pelos en la lengua- aporta un dato conclusivo: "En España tenemos actualmente 55.000 periodistas autónomos menos". Y lo que te rondaré, morena. In hac lacrymarum valle.

Épsilon: Jubilosa convivencia del tiempo de vísperas con los costaleros de María Santísima de la Esperanza. Todos comandados por uno de los capataces más capaces y perfeccionistas y conocedores del oficio de la ciudad: Jaime Racero. Nos dan las mil. Preludios de primavera en estado de gracia. Un azar, un azahar. Los cofrades y su pendular cuenta atrás…

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