Análisis

Ignacio García Pomar

Entre Luz Shopping y la playa

Hace unos días D. José Mazuelos volvía a reiterar su negativa a las Estaciones de Penitencia en Sábado Santo. Y para ello utilizó un argumento con el que estoy fundamentalmente de acuerdo, como es que no nos podemos inventar una jornada de Semana Santa con el fin de solucionar los problemas de dos cofradías. Estoy, como digo, absolutamente de acuerdo con nuestro obispo. Además, creo que hasta contabilizó bien las hermandades que en principio saldrían en esa jornada, porque a priori salvo la Mortaja y La Piedad no parece que nadie se muestre dispuesto a cambiar su día para hacerlo en Sábado.

Pero creo que el problema va más allá del deseo capillita de estirar por el final la Semana Mayor. El problema es un problema de la Iglesia en general, que nos afecta a nosotros también como diócesis y que no es otro que la secularización del Sábado Santo.

El ideal de utilizar la jornada en su totalidad para vivir en reflexión la Pasión, Muerte, y Resurrección de Cristo es muy loable pero evidentemente utópico de cara a una gran masa de cristianos que dado el discurrir del día a día en nuestra ciudad no lo consideran en absoluto así. De esta manera reflexiva, entiendo que lo han vivido, lo viven y lo siguen viviendo una pequeña minoría a la que no le afecta en su convicción la presencia o no de cofradías en la calle. Esta parte de nuestra Iglesía irá siempre a celebrar la Pascua llueva, truene o ventee, porque es consciente de estar celebrando el misterio más importante para un cristiano, la Resurrección del Señor.

Pero ahora pongamos los pies en el suelo y observemos el entorno que ofrece la sociedad. Por un lado, al ser jornada laborable los centros comerciales con su interminable oferta de ocio permanecen abiertos entregando al pueblo la dosis de materialismo mercantil para engrasar un poco más la maquinaria del capitalismo salvaje tantas veces denunciada por los últimos Papas.

Por otro lado la playa en comienzo de temporada abre las puertas de la superficialidad y del descanso físico y mental tras el invierno.

Es evidente que estas periferias de creyentes que se ven arrastrados por el ritmo de nuestros días pueden necesitar un apoyo que puede venir de las cofradías para ayudarles a entender lo que significa la Pascua en la vida de un cristiano. ¿O es que acaso no nos creemos que las cofradías pueden fomentar el recogimiento y la meditación también en este ámbito?

En fin, no es más que una reflexión hecha con todo el respeto, que puede estar equivocada, pero en la que yo a día de hoy creo sinceramente.

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