Desearía y daría todo lo que fuera por mirar y ver la verdad en los ojos de la gente.

Desearía ver la bondad y la compasión entre semejantes. Desearía sentir ese abrazo honesto y sincero de mis amigos. Desearía una vida con verdadero sentido donde el flujo del dar y el recibir sea fluido y constante. Desearía que la prevaricación y el abuso de poder desapareciesen sin más. Desearía que el motor de la existencia fuera la compasión y el respeto. Desearía oír palabras de aliento hacia los más débiles. Desearía un mundo equilibrado y armonioso donde no existieran las injusticias. Desearía sentir el verdadero espíritu navideño por las calles en vez de tanta tasa de alcohol. Desearía un mundo donde las personas se respetasen y se quisieran sin importar niveles, razas o credos. Desearía sentir y vivir intensamente el verdadero amor entre dos personas que se quieren. Desearía que la palabra odio se deshiciese en si misma y se convirtiese en un torrente de aceptación y tolerancia. Desearía volver a ser capaz de levantarme de nuevo de mi caída gracias al apoyo incondicional de una mano amiga. Desearía ver una juventud llena de ideales, de motivación y de ganas de hacer algo importante para la humanidad. Desearía vivir en paz y que eso fuese legítimo derecho de cada habitante de este planeta. Desearía que todos estos deseos fueran posibles de obtener. Desearía volver a vivir esos días con los ojos de un niño que pide emocionado sus deseos en Navidad con la certeza comprobada a lo largo de su corta vida, que todo lo que desea, por arte magia, se hace realidad.

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