Políglota, sonrisa abierta, rodeado de ex consellers... la escenografía fue impecable, pero Puigdemont sólo engañó al dispuesto a dejarse a engañar. Se notaba que su intervención la había preparado concienzudamente con su abogado, el abogado de etarras, para impedir su extradición a España.

Su comportamiento lo resumió perfectamente el viceprimer ministro de Bélgica: "Si declaras la independencia te debes quedar con tu gente". Lo contrario de lo que hizo Puigdemont, que salió corriendo para eludir la acción de la Justicia mientras dejaba atrás a sus colaboradores con una querella que les puede conducir directamente a prisión.

Dijo en Bruselas que su huida estaba previamente preparada para denunciar la situación de Cataluña en la capital europea. Mentira: los colaboradores informados se podían contar con los dedos de una mano. La propia líder del PDeCAT confesó que lo llamó varias veces al móvil la mañana del lunes porque se le esperaba en una reunión del partido.

Que engaña de forma sistemática lo saben todos los españoles, pero lo urgente ahora es que las autoridades de Bélgica y de la UE conozcan cuanto antes la catadura moral del ex president. Rajoy, el Gobierno y los partidos constitucionalistas deben poner toda la carne en el asador para que en el centro de poder europeo entiendan que se las tienen que ver con un hombre que se toma las leyes a título de inventario, insiste en que su referéndum tiene tanto valor como el de Escocia, ha plagado las redes sociales de noticias, fotografías y vídeos falsos, ha utilizado los medios públicos para adoctrinar a niños y mayores, y ha destinado más dinero a promover el independentismo dentro y fuera de España que a atender las necesidades de los catalanes. Y que riza el rizo al acusar a España de ser un país violento y falto de libertades.

El Gobierno debe actuar con inteligencia ante la maniobra internacional de Puigdemont y no puede estar solo en ese empeño.

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