En esto de las cofradías las evoluciones también existen. Madurar y cambiar de manera casi camaleónica con los tiempos es una capacidad positiva de actualizarse y una labor inteligente. Nada casposo puede ser apetecible ni apetitoso para la vista. Sin embargo, también los hay que involucionan. Cofrades y cofradías que buscan lo rancio pero por pura estética y no por una motivación. Se enmohecen las cofradías en muchos casos por gustos personalistas.

Adentrándonos en las líneas evolutivas cofrades tenemos un apartado especialmente curioso como es el de las nomenclaturas. Los nombres, a las cofradías, siempre se las dio el pueblo. Los fundadores escogieron las advocaciones y las líneas estilísticas. Pero lo nombres por los que esas cofradías iban a ser conocidas era un ámbito siempre otorgado al pueblo llano. Posiblemente, los fundadores de la hermandad con tintes blancos mercedarios, no supieron intuir que, finalmente, la cofradía pasaría a llamarse como la del 'Transporte". Qué mejor nombre que ese.

Sin embargo, esos cofrades que intentan siempre arrimar la sardina a su ascua, los que sueñan con un tipo de cofradía y luchan lo indecible por llevarlo a cabo aunque sea a base de codazos, también se preocupan de los nombres. Pretenden que llamemos a sus hermandades, no como el pueblo les puso, sino como se determino en una reunión de ideólogos un día cualquiera en la sala capitular de oficiales. Todos sabemos a qué cofradías me refiero y no hace falta traerlas a colación porque las tenemos en la mente.

Es algo así como si ahora al Transporte la llamásemos la hermandad de Misericordia. Al Huerto la cofradía de la Confortación o, a la de la Coronación, como la cofradía de la Mayor Aflicción.

Se podrán escoger las nuevas líneas estilísticas de una cofradía. Hacerla más decimonónica, alegre o triste. Pero lo que nadie podrá tocar será al título que los devotos le pusieron. Y todo, por ese afán que tenemos de depositar nuestras filias en las cofradías de las que somos hermanos.

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