El hecho de ir conduciendo un vehículo de dos ruedas siempre resulta más peligroso que circular sobre uno de cuatro. Es de lógica por aquello de la fuerza de la gravedad. El problema llega cuando los problemas no los genera el conductor, el motorista o el ciclista, sino aquellos que acompañan en la marcha. Cierto que existen auténticos majaretas al cargo del manillar que ponen su vida y la de los demás en riesgo, pero como propietario por primera vez de una moto estoy teniendo la oportunidad de ver la situación desde otros ojos. Véase, por ejemplo, al salir por carretera. O metes puño o los demás no respetan que las curvas las tomes a la velocidad que marca la vía. Se ponen de los nervios. Y si alguien quiere correr, que lo haga bajo su propia responsabilidad, pero ayer tuve el terrible placer de ser adelantado en dos ocasiones por línea continua en una carretera de los alrededores de la ciudad. Si un coche se roza con otro, se pone en riesgo la seguridad. Pero si lo hace con una moto, el coste es la vida. Precaución, por favor.

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