El mundo tiene un problema de intolerancia. Y no me refiero a que a la mayoría de personas que residen en este bendito planeta le siente mal el mismo alimento, sino a que intentamos acabar con el que piensa diferente por ese simple hecho. Dialogar es un aspecto fundamental en la vida, pero razonar lo es aun más. Hablar con personas que piensan diferente a nosotros nos enriquece, creo firmemente en ello. Por eso siempre trato de escuchar a aquellos con los que a priori no coincido en pensamiento. Me gusta escuchar los argumentos que me dan los mayores en cada discusión y disfruto discutiendo con personas de mi edad dándole razones que a su vez jamás creería. Ponerse en el lado del otro, del diferente, te ayuda a pensar y es un ejercicio que sirve para reafirmarte en tus pensamientos. Me encanta que cada uno tenga sus ideas, pero pienso que estas nunca deben ser fijas y sí estar en un vaivén constante dependiendo de la razón. Además, por mucho que no pienses como yo, lo más que desearé es que tengas salud, xerecismo y libertad.

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