La pasada semana, Manuel Lozano trasladó al consejo ciertas consideraciones que, como responsable de San Miguel, eran necesarias aclarar en el caso de que una cofradía buscara refugio en dicho templo al tenerla dentro de los planes de lluvia.

Los costes como consecuencia de una cofradía refugiada varios días era una de estas consideraciones. Además, añadía que no se responsabilizaban de los enseres que la cofradía depositara en el templo. Asimismo, cerraba las puertas en la jornada del Domingo de Resurrección como posible día para traslados a sus respectivas sedes. Cortaba por lo sano eso que los cofrades saben hacer de categoría: convertir en virtud un problema o inconveniencia.

Lozano, posteriormente, afirmaba que "no considero necesitado de refugio a quienes con un 80% de probabilidad de lluvia decidan realizar su salida procesional, si desean arriesgarse que lo hagan pero no a costa de desorganizar otro lugar. Otras incidencias serán evaluadas". Así, literalmente.

El pasado viernes quien suscribe esta columna se puso en contacto con el cura de San Miguel. Él sólo quiso manifestar que era una conversación privada de la que nos hacíamos eco y que ninguna cofradía se quedará en la calle si pide entrar en San Miguel, aunque salga lloviendo de su casa. Rectificar es de sabios. Y el párroco ha sabido hacerlo. Aplicar el sentido común es también digno de aplaudir. Un sentido común que deberá de imperar en las juntas de gobierno si las noches están metidas en agua.

Después de apuntar estas dos manifestaciones a esta redacción cofrade, Manuel Lozano cortó la comunicación telefónica. Afortunadamente con tiempo de captar el mensaje que nos quiso dirigir y del que ahora nos hacemos eco. Enhorabuena, don Manuel, por rectificar. Lo de los gastos por estancia en el templo son pequeños flecos que, tras la Semana Santa se pueden despejar, como cuando uno baja con las maletas a la recepción de un hotel y pide la cuenta antes de largarse.