La ilusión con la que los niños viven estos días previos a la llegada de los Reyes Magos es envidiable. A muchos, a muchísimos, seguro que nos traslada a tiempos atrás, a nuestra infancia, a rescatar y recrearnos en los recuerdos de la infancia. Y aunque pueda sonar a tópico y ciertamente cursi y ñoño, no me negarán la realidad. ¿A quién (adulto) no le apetecería volver a levantarse un 6 de enero de entonces, volar hasta el sofá y descubrir lo que aquellos Reyes han dejado esa noche para nosotros? Una mágica mañana, sin duda, más aún para los que hoy somos padres y podemos revivir aquella lejana pero perdurable sensación en los ojos de nuestro hijo y contagiarnos de su emoción. Sea como fuere, siendo padres o no, lo importante es conservar y alimentar cada año la emoción de estos días y trasladarla al resto de los días del año, a cada jornada, en cada cosa que hagamos, a quien nos rodea... Ser empáticos, algo tan difícil hoy. Una meta que, conseguida, puede ser nuestro mejor regalo, a diario.

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