Es curioso pero este país es especialista en enterrar a mitos con la misma vehemencia con la que a veces convierte a figuras insignificantes en verdaderos iconos. Así de duro. Aforunadamente, aún hay héroes capaces de romper con cualquier directriz y plantar caras a las tonterías con las que a veces llenamos horas y horas de pseudoinformación (lo último, el rollo de las Asociaciones de Defensa de Sanidad Pública contra la donación de Amancio Ortega). Y es ahí donde encontramos a personajes como Nadal, un ejemplo de superación y sobre todo de humildad. Su insistencia y confianza en sí mismo le han servido para sortear a muchos que hace unos meses lo enterraban deportivamente casi sin reconocer todo lo que este muchacho ha dado al deporte español. Pero está claro que Nadal, ese Nadal que se crece ante la adversidad, no iba a ser como los demás, y ayer dio una nueva lección en París. Ahí está su gesta, diez Roland Garros. Ladran, luego cabalgamos, que diría Alonso Quijano.

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