Que levante la mano el que conociera en qué consistía el Acuerdo de París contra el cambio climático, y que entendiera hasta hace un par de días su significado. Ahora que Estados Unidos lo deja, nos enteramos la mayoría de su importancia, pero también nos dicen que ya desde antes era un asunto atajado a medias. A nivel local, asistí el pasado año a una conferencia en el Consejo Regulador en la que alertaban de las consecuencias del cambio climático para la producción vinatera jerezana. El cambio de las condiciones climáticas supondría un enorme azote para los jereces, contaban. Pero también incidían en que era tiempo de liderar la nueva modalidad de producción sostenible. De hecho, gran parte de las ayudas europeas al campo se basan en su modernización. Si cambia el paradigma, si deja de ser una prioridad producir de forma limpio, el reloj comenzará a contar y la pregunta no será si de verdad llega el cambio climático sino cuándo. Un Jerez desertificado será un Jerez sin vinos. Un futuro en el que uno no quiere estar.

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