Lo mismo estoy subrayando una obviedad, pero cuánto cambia a uno la vida eso de viajar. Es un esfuerzo económico, se puede viajar baratito, dicen, pero quieras o no cada vez que sales de casa la cartera se resiente, así que montarse en un tren, un coche o un avión para hacer kilómetros siempre acaba siendo una frustración en la cuenta a final de mes. Con cierta moderación, es quizás la actividad más recomendable que conozco. Imagínense, por ejemplo, acercarse en estos días a Barcelona, y comprobar cuál es el clima. Departir con gente que vive allí, ponerse en la piel del otro... Uno no alcanzará a entender en qué consiste el proceso independentista por más que pasee por La Rambla o por un pueblo del Ampurdán, pero quizás ayuda a entender el contexto. Y más se empatiza, por ejemplo, si uno pasea por esos bosques gallegos consumidos por el fuego, que aún huelen a ceniza. Todavía más si cabe si se contemplan los parajes que resisten al fuego intencionado. Será por mi formación periodística, pero estar en el sitio siempre otorga un 'plus' de realidad.

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