Nadie puede discutir que es uno de los grandes males de nuestro tiempo, así como que se invierten millones de euros en medios encaminados a proteger a las víctimas de tan terrible lacra. Pese a todo, los maltratos siguen teniendo un componente torticero en muchas denuncias que buscan un beneficio espurio. El último ejemplo clama al cielo: la asesina confesa del niño Gabriel denunció a una de sus ex parejas. El hombre quedó sentenciado a dos años de alejamiento. Curiosamente, la hija que tuvieron en común prefirió vivir con él antes que con su madre, la mujer que años después estrangularía a un inocente de ocho años. No es fácil impartir justicia si bien, pese a todo, casos como el reseñado dejan a las claras que el sistema falla. Nada da más pavor a un profesional de la Justicia que el hecho de que un fallo en unas medidas cautelares provoque una muerte. Pero en el otro lado de la balanza se asienta un dicho legal: "Más vale un culpable libre que un inocente en prisión". Y esta máxima legal se está incumpliendo con demasiada frecuencia.

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