URGENTE Pedro Sánchez se retira de la vida pública hasta el 29 de abril para pensar si seguirá de presidente del Gobierno

El libro licencioso y no silencioso de la nostalgia abre sus páginas de pergamino en la coda de la infancia. Al contrario que el poeta vernáculo, nosotros sí regresamos allí donde siempre anduvimos (tan ajenos al cernudiano olvido). Niñez como incólume patria del estado del alma. Rilke de nuevo a la palestra. Puedo prometer y prometo que un presidente honrado -como las intercesiones de su mismidad- aún encabezaba el Gobierno de España. En la alcoba grande -dícese dormitorio de matrimonio de nuestros padres- la enorme molicie del ropero ensancha su frontis. De pared a pared. En su alta puerta de la derecha edificábase una iglesia a escala Madelman -bancos y altares de piezas de Exin-Castillos y Sagradas Imágenes Titulares del bazar Bizcocheros- que convocaba al resto de Madelmans de la casa a Solemne Quinario Doloroso con lectura de Santo Rosario, Evangelio y predicación diaria. Se prohíbe acceso al templo en traje de guerra y gorros de safari…

Los hijos de este hogar de pelota blanca de logotipo de patatas Matarile y colección de libros 'El mundo pintoresco' habían cenado ciertamente más inquietos aquella noche de inicio o reinicio del rito anual de la hora con epígrafe de jerezana sevillanía. Luz encendida -minutos que adelgazaban su segundero- en un hogar cualquiera del barrio de San Pedro. Pijamas de La Casa Rosa y caramelos de Paulino. Regreso a la semilla, por describirlo con título de prosa de Alejo Carpentier. Todo se metamorfoseaba en el ideario infantil de los precoces sentimientos trascedentes. Cosas de Dios entre niños. Cosas de niños para con su Dios. Condición sine qua non: había que cenar temprano porque a las nueve y media de la noche -puntual como el Diputado de Cruz de Guía de la Archicofradía del carpe diem (o del nunc aut nunquam, del ahora o nunca)- comenzaba la banda sonora de los albores de la primavera, el prefacio siempre salubre de los trallazos de esta fascinación con olor a incienso y arquitectura divina.

El cabildo infantil de hermanos de sangre se convocaron al retortero en la sacristía imaginaria -¿suplementaria?- de la alcoba grande para sintonizar -radio de pilas- la cabecera de un programa que vez tras vez fue cátedra de suprema deontología periodística, prédica del más docto tratado cofradiero y hoy melancolía de un modo de hacer tan reservado al parnaso de aquella junta de señores oficiales presidida en su Mesa de Hermandad por Carlos Schlatter, Chano Amador, Manuel Toro y José Manuel del Castillo… Callaros, callaros, que ya empieza, que parece que ya empieza… Y la radio proclamaba ya la venia que descorre todas las cortinas del tiempo de vísperas: "La Cadena COPE presenta…". Y de la álgida mudez de los puntos suspensivos, de las voladuras de lo irrequieto, brotaba el llanto en ciernes de una garganta compungida y poderosa, la oración cantada de la voz mesiánica de Manolo Centeno… "Silencio, pueblo cristiano…". Y el cante se extendía como en lontananza de quejidos que por veces se arremolinaban en un bando de tormentos…

Era la sintonía de cabecera del programa 'Saeta. Revista hablada dedicada a la Semana Santa de Sevilla" que desde 1955 adoptara Radio Vida en la fundación de tan mítico paraninfo de la información siempre cosida a la epidermis del respeto institucional. ¡Qué escuela tan ayuna -hogaño- de discípulos! Los chiquillos entrecruzaban entonces miradas de admirativo aprendizaje. Un año más, como cada mes de febrero, había sonado el muñidor de plata del comienzo tácito -oficial y oficioso- de la cuenta atrás… La barroquísima geometría del minuto uno de la precuaresma. La indefinible definición de una aclamación humana que trasciende. A los niños sentados a la falda de la radio de una casa cualquiera del barrio de San Pedro les invadió otra vez el verso del poeta: "¡Oh, Dios. Estoy hablando solo. Arañando sombras para verte".

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