Tan sólo hace falta un acto que celebre los nexos que nos unen a los españoles para que los de siempre monten el pollo. Como sucede siempre -hasta en los más sentidos minutos de silencio- siempre hay un carcamal, beodo o sinvergüenza que logra alcanzar el éxtasis orgásmico cuando sabe que su rebuzno ha sido oído por miles de personas. Es lo que tienen los que se consideran a sí mismos los más democráticos entre los democráticos, pero que curiosamente son incapaces de respetar los símbolos comunes y a quienes los defienden. Ayer se quemaron constituciones en varios puntos del Estado. De forma metafórica se nos prendió fuego a todos los que respetamos las normas de convivencia que marca nuestra Ley de Leyes. Una vez más, los escandalosos hicieron sonar sus voces entre el silencio de la mayoría y consiguieron ese instante de patética gloria que la celebración del 6-D les brinda una vez al año. Creo que habría que alzar la voz. En este caso en concreto, quienes callan pierden.

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