Aunque lo venden como una manera de ahorrar energía, lo cierto es que en los últimos años sólo he oído posturas opuestas a esta decisión que cada vez nos cuesta más asimilar. Y no lo digo porque en el primer día a uno se le haga el día eterno (a veces hasta viene bien por lo rápido que pasa el tiempo) sino por la cantidad de opiniones, las últimas las de la hostelería, quejándose de esta modificación. Personalmente, muchos no entendemos que ha llegado el otoño o el invierno hasta que cambia la hora, simple y llanamente porque a las seis es de noche. Evidentemente, lo de este año no es normal, y seguro que estos días no entenderemos por qué anocheciendo tan rápido aún estamos a treinta grados. Hay muchos países que decidieron años atrás, el último el caso de Chile, no modificar la hora, una opción que acabó con la petición unánime de volver a retrasar el reloj. En España, si no cambiáramos la hora, con el movimiento de traslación de la Tierra llegaría un momento en que amanecería a las 9 o 10 de la mañana, algo ilógico. Así que ya saben, a acostumbrarse pronto. Ya sólo falta que llegue el frío.

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