Está claro que el sector bodeguero, por mucho que esté en boga, no tiene capacidad para resolver el paro estructural de una ciudad de más de 200.000 habitantes. Jerez perdió el tren de la industria mucho antes de la globalización para ponerse en manos de los servicios y, en particular, del turismo. En este contexto, los universitarios jerezanos reacios a emigrar tienen pocas salidas para ganarse la vida dentro de su profesión. Salvo algunos privilegiados, ora porque lo valen, ora porque les toque la diosa fortuna, que encuentren trabajo bien remunerado de lo suyo, la mayoría tendrá que aventurarse a emprender, ocupación que requiere talento y valentía, además de constancia y superación -de los fracasos para volver a intentarlo-. Los que no tengan estas cualidades pueden intentar ser funcionarios, profesión en franco retroceso por los recortes de mandatarios que no se aplican el cuento. Y si no, pues tendrán que ponerse en cola del paro para trabajar esporádicamente en el sector servicios al capricho de los turistas.

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