Análisis

Alejandro Daroca

La embajada jerezana, de luto

Un crespón negro y la bandera a media asta sería la manifestación de duelo exterior que debiera señalar la hipotética embajada de Jerez en Madrid, siempre abierta de ánimos y corazones. Esa ilusoria embajada estuvo durante algunos años en la calle Caballero de Gracia, casi esquina a Gran Vía, consulado de obligado paso y descanso de cuántos jerezanos han estado alguna vez por Madrid. Al menos durante el tiempo en el que el consulado honorífico lo representaba Francisco Roman, 'Don Paco', hijo de Paco Recovero, a quien los más antiguos aun recuerdan sentado en el Gallo Azul, con su sombrero de ala ancha y su pañuelo blanco en la solapa y con su cafelito, para hacer algo de gasto.

Se nos ha ido 'Don Paco', de repente, sin sufrir y con una sonrisa en su semblante. Fue uno de los hombres que a lo largo de la segunda mitad del siglo XX más vino de Jerez logró vender en los fueros madrileños y que hizo del Jerez y de Jerez su estandarte y promoción vital primero, para asentarse en la capital como emigrante "pelao" cuando aterrizó en la Puerta del Sol y más tarde como emblema de una forma de sentir y de ser como embajador de una esencia, la jerezana, con todo lo que eso conlleva, de saber estar, de saber ser, de saber beber y de saber vivir. Dicen los estudiosos que los cincuenta años que van desde 1959 hasta 2009 han sido los mejores de la Historia de España. Pues esos años también fueron los de mayor desarrollo y presencia de 'Don Paco', siempre con un catavinos en la mano y al pie de la barra donde se podía disfrutar de todos los manjares de nuestra tierra, casi olvidados por la distancia, como el rabo de toro, los soldaditos de pavía o los mejores alcauciles con chicharos de la zona.

Cuando llegué a Madrid y tras los años de estudiante, me integré en los ambientes jerezanos que solían darse cita en 'Don Paco'. Por allí han pasado miles de jerezanos y otras gentes de buen vivir, como artistas, toreros, escritores, poetas y cualquiera que buscara una copa de vino en perfecto estado o una tertulia en la que Paco Capitán mantenía el pulso, el interés y la curiosidad por cosas jerezanas o por historietas singulares. De allí salieron las primeras berzas que se comieron en la Delegación de Exportadores de la calle Velázquez -cuando Miguel García de Luján ejercía de comandante en plaza- y de 'Don Paco' salió la primera berza que la Diáspora pudo disfrutar en la Gran Peña, a escasos metros de su cocina. Historias para el recuerdo, pero historias para no olvidar, porque allí también se construyó un pedazo de la historia de Jerez en Madrid.

Muy buenas risas y muy buenos ratos hemos echado en su barra y en sus sillas de enea. Con visitas de familiares, con amigos entrañables, con políticos chusqueros o de primera fila, con literatos de postín, con periodistas de variado nivel o con artistas del "cuore", 'Don Paco' elevaba el nivel, ejercía una labor comercial de vendedor innegable, atendía a que ninguna copa estuviera vacía y si al final había discrepancia con los dineros a pagar, nos tomábamos la penúltima para arreglar las desavenencias. 'Don Paco' moría por una foto que guardara el testimonio de esos ratos, de esas tertulias, de esas visitas ilustres, para enmarcarlas en la pared y crear una pequeña historia de "su España" que era la historia de su vida. Desde Paco Camino a Rafael de Paula, desde Caballero Bonald a García Márquez, un sinfín de empresarios jerezanos que pasaron por su casa, artistas de renombre de imposible recordatorio en cuya lista hay que colocar primero a Lola Flores y Antonio, que le dieron sus primeros trabajos y jornales en la aventura madrileña. Pero siempre Jerez y el vino de Jerez -difícil era que no tuviera una marca de cualquier bodega jerezana que se le pidiera- como enseña de su personalidad y oferta. Y ya al final, sus escapadas hasta Jerez, cuando el bar podía quedar en manos de sus hijos y se mejoró en rapidez y tiempo el viaje hasta nuestra tierra. O en Feria, o en Semana Santa o por La Merced aparecía bien vestido y dejándose notar por la caseta de Gonzalez Byass, por algún balcón de la Corredera o por la calle de La Merced haciendo méritos para la foto del periódico o abonando la ilusión -siempre perseguida- de que se le nombrara "hijo predilecto" de la ciudad.

Debo decir que se nos ha ido un auténtico embajador de Jerez en Madrid. Un gran vendedor de la esencia jerezana, un señor con arte, personalidad y compostura, la mejor esencia de lo que en otro tiempo fue un hombre jerezano. Socio de Honor de la Diáspora, se le echará de menos en muchos momentos y ocasiones. 'Don Paco' sigue abierto, en Caballero de Gracia y en manos de sus hijos sobrevive el tabanco, sus productos y sus vinos. Pero la "esencia" y "el arte" se los ha llevado Paco, Francisco Román, para depositarlos en el Cielo.

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