L A primera bailaora extranjera con nombre y apellidos que encontramos en la literatura flamenca es la francesa Marie Guy Stephan: ella es la bailaora rubia venida de Madrid que describe Estébanez Calderón en el capítulo 'Asamblea general' de las 'Escenas andaluzas' (1847), pese a que la flamencología del siglo XX la consideró como "una gitana de Madrid'. Gay Stephan fue de las pocas bailarinas europeas de bailes españoles que se atrevieron a mostrar su arte en los teatros de Madrid y Sevilla. No así las Fanny Elssler, Lola Montes y un largo etcétera de "españolas falsas" y "gitanas falsas" que recorrieron Europa en la segunda mitad del siglo XIX. La popularidad de lo español en ese momento tiene que ver con las condiciones derivadas de la Guerra de la Independencia y con ese gusto por lo español que, con una mirada estereotipada y romántica fomentaron los Irving, Borrow, Ford, Mérimée, Davillier, etc.. También llevaron sus bailes a Europa los artistas españoles que huían de las guerras carlistas y de las epidemias de cólera. La historia del baile flamenco fuera de España es también una historia de guerras y exilios. La Cuenca murió en La Habana en 1890, Carmencita en algún lugar de América, tal vez una década más tarde, La Argentina en Bayona en 1936 y La Argentinita en Nueva York en 1945. Todas ellas dejaron discípulos allí donde fueron y, de hecho, el bailaor de flamenco más famoso del mundo en los años 50 y 60 del siglo XX era un neoyorquino nacido en Italia y de nombre José Greco. Otros discípulos extranjeros de La Argentinita fueron Manolo Vargas y Roberto Ximénez, como lo fueron de Carmen Amaya Teresa y Luisillo y Lucero Tena.

El caso de Japón es sorprendente por la cantidad y la calidad. El maestro Kojima, que vuelve este año a Jerez, fue el pionero junto a Yoko Komatsubara. A los japoneses hay que sumar hoy otra avanzada flamenca oriental: una buena muestra de la misma son las bailaoras chinas y taiwanesas del espectáculo 'Flamenconautas' que veremos esta noche en el Teatro Villamarta.

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