Análisis

Fernando Taboada

A la feria con... Alberto Chicote

Iba yo por la acera del Coloma marcando el paso como si me acabara de alistar en la Legión y ya desde allí se escuchaban los gritos. No sé yo si los habrá mejores caramelizando la tapioca (si es que la tapioca se carameliza), o si es tan bueno como él mismo presume preparando ensaladillas, pero en lo que no tiene rival este hombre es montando el cirio cada vez que ve una cocina cochambrosa, o a un camarero metiendo la pata. Vamos, que estaba Chicote en una caseta a la vera de los cacharritos, y se le oía desde el Coloma.

Por lo visto, había pedido rebujito y al camarero no se le había ocurrido nada mejor que sacar los hielos del mismísimo barreño donde se estaban enfriando las botellas. Así que lo más bonito que le dijo fue tío puerco, que te enteres de que las cosas que tú me sirves yo voy luego y me las meto en la boca, y que si también empanaba los filetes con albero, y que si las tortillas las hacía con los tapones de corcho... Y allá que lo agarré del brazo para llevármelo a la Buena Gente, a ver si nos encontrábamos con Diego el Cigala y se le pasaba el mosqueo.

Al Cigala lo vimos, pero el mosqueo le duró hasta que apagaron las luces.

Es verdad que a veces en la Feria hay que armarse de paciencia porque muchos camareros parece que hayan ido a la misma escuela donde aprendió el de la película 'El Guateque'. Y es verdad que a veces pides que te corten un poco de jamón y te arrepientes, porque seguro que el ayatolá Jomeini lo cortaba mejor. Como también es verdad que cenar en la Feria es una lotería: si quieres unos pimientos y una tortilla, da igual que pidas unos pimientos y una tortilla o que pidas calamares. Al final van a traer lo que les dé la gana. Pero tampoco hay que sulfurarse.

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