En las últimas décadas han proliferado las canonizaciones, algunas hechas con carácter exprés como la del fundador del Opus Dei, Monseñor Escriba de Balaguer, que murió en el año 1975 y fue canonizado en 2002. Lógico si se tiene en cuenta el poder que la obra tuvo durante el papado de Juan Pablo II. Mucho más han tenido que esperar Pablo VI y Monseñor Oscar Romero cuya proclamación como santos se ha hecho realidad el pasado miércoles tras la firma del correspondiente decreto por el Papa Francisco. Ha tenido que cambiar la política conservadora de la Iglesia para que estas dos insignes figuras sean reconocidas como santos, decisión que difícilmente se hubiese tomado por los papas anteriores. Más importante que nombrarlos santo, es sacarlos del ostracismo que el Vaticano los había condenado, a cada uno por diferentes motivos. Si preguntáramos hoy quién fue Pablo VI, muy pocas personas sabrían responder. No cayó tanto en el olvido Monseñor Romero porque su pueblo, El Salvador, se ha encargado de mantenerlo vivo y lo hicieron santo, llamándolo San Romero. Curiosamente Romero fue nombrado arzobispo por Montini. Esta decisión del Papa Francisco nos ha llenado de gozo a todos aquellos que seguimos la trayectoria de ambos.

Pablo VI tuvo la difícil tarea de suceder a Juan XXIII y de continuar su gran obra como fue el Concilio Vaticano II, llevándolo a su conclusión y posteriormente trabajando por su aplicación. Fue un camino duro y difícil porque la magnitud y profundidad de las reformas del concilio afectaron a todas las áreas de la Iglesia, superando su pontificado las políticas similares de reforma de sus predecesores y sucesores. Desgraciadamente gran parte de su trabajo quedó eclipsado con la llegado al papado de Juan Pablo II.

Es imposible resumir en estas pocas líneas la ingente obra de Montini. Fue el primer papa viajero, siendo el primer lugar visitado Tierra Santa en 1964, donde se produjo el histórico hecho del encuentro con el Patriarca de Constantinopla Atenágoras I, logrando en 1965 la revocación de los decretos de excomunión mutua lanzados en 1054 y que habían dado lugar al Cisma de Oriente y Occidente. Entre sus varios viajes hay que destacar el que hizo a Estados Unidos, en 1965, con una memorable intervención en las Naciones Unidas a favor de la paz en Vietnam, ante el recrudecimiento de la guerra por el presidente Johnson. En su capítulo doctrinal, hay que destacar la encíclica Populorum Progresio, un tratado aún vigente que debe de ser un manual para todos/as los/as que luchan por un mundo más justo. Abordó el salario justo, el derecho a la estabilidad en el empleo, a condiciones justas de trabajo, las migraciones, el derecho a la sindicación y la huelga y el destino universal de los bienes y mercancías. En esta brevísima síntesis, no podemos olvidar su relación con el régimen de Franco, que estuvo repleta de incidentes. En varias ocasiones Montini pidió que se conmutaran fusilamientos de presos políticos, entre ellos el líder comunista Julián Grimau y los últimos ejecutados en el año 1975, ninguno de sus ruegos fueron aceptados por Franco. Hubo más incidentes como la pretendida expulsión de España de Monseñor Añoveros, que no se llevó a cabo por la amenaza de excomunión tanto de Franco como de todo su gobierno. Pablo VI nombró cardenal, en contra del propio gobierno y de parte de los sectores conservadores de la Iglesia, a Tarancón, que como obispo en diferentes diócesis había mantenido actitudes progresistas, con el fin de que jugase un papel importante en la transición política española.

La santificación de Monseñor Romero es todo un espaldarazo a la tan vilipendiada Teología de la Liberación por los sectores más conservadores de la Iglesia. Obispos, sacerdotes, religiosas/os, catequistas y cristianos anónimos han sido ejecutados en Latinoamérica por el solo hecho de optar por los más pobres. Romero que mantuvo una actitud complaciente con el Gobierno de El Salvador, experimentó un cambio radical por el asesinato del sacerdote y amigo Rutilio Grande. A partir de ahí inició una labor profética y de denuncia contra la opresión y asesinatos que estaba sufriendo el pueblo salvadoreño por parte de sus gobernantes. Su opción no podía terminar de otra manera que su muerte. Al poco tiempo llegaría la muerte de los jesuitas de la Universidad de El Salvador.

Dos nuevos santos, que fueron consecuentes con su fe y trabajaron desde la Iglesia por un mundo más justo. Dos referentes que los cristianos tendríamos que tener muy presente.

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