Hay muchas profesiones incomprendidas. La gente piensa que determinados trabajadores hacen poco en comparación con lo que hacen ellos. Es el caso de los militares. Para muchos se trata de unas personas que se ponen fuertes, corren, hacen maniobras y ponen la mano a fin de mes para que papá Estado les pague. Pero pocos quieren entender que se juegan la vida cuando van de misión humanitaria o a zonas de guerra. También están en el grupo los policías. Los hay que consideran que, parados en una esquina, no hacen nada o que dando vueltas con su coche se lo pasan divinamente. Otra vez pocos quieren ver que cuando llega la hora de la verdad se juegan mucho más que quien se gana la vida en un escritorio. Al igual que nadie duda del sacrificio de un albañil subido en un andamio tampoco deberíamos dudar de estos profesionales. Todo el mundo -y es cierto- adora a los bomberos. Ojalá esa admiración se contagie por quienes velan por nosotros.

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