El agua siempre reclama lo que es suyo. Podemos engañarla durante días en una huerta o durante siglos en una presa pero, como es sabido, tiene memoria y tarde o temprano reclamará lo que es suyo. En Jerez somos expertos en el asunto y sabemos de su fuerza y, sobre todo, de su memoria. Cada vez que nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos contenedores y coches flotando Porvera abajo tan sólo debemos recordar que por allí, a la vera de la muralla, discurría el agua que desembocaba en la zona conocida hoy como El Arroyo. El nombre, evidentemente, no es causal. Al lado del Guadalete ocurre lo mismo. Podemos ensanchar su cauce y minimizar las posibilidades de desastre pero cuando dice "aquí estoy yo" no hay millones en la Consejería de Medio Ambiente capaces de frenarlo. Muchísimos jerezanos viven en zonas inundables. Tan sólo en Las Pachecas son más de 600 personas. Viven con temor cuando el cielo truena y jarrea. Y es que el río es un grandioso enemigo, plácido casi siempre, pero feroz una vez al lustro. Y además tiene buena memoria.

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