Análisis

SALVADOR GUTIÉRREZ GALVÁN

Tu parte animal y tu parte espiritual; carta a un anónimo

Mi querido amigo: Cuando leí por primera vez las teorías del sociólogo Anthony Guiddens, me llamó la atención su simplicidad para definir determinadas conductas humanas. Pongamos como ejemplo ese bar donde siempre hemos desayunado. Mantienes una desatención cortés porque se presume una fiabilidad entre los presentes. Sucede, según este teórico inglés, en los encuentros periódicos con extraños en lugares públicos. De igual modo al caminar por la calle, queremos saber cómo es esa persona que se acerca a nosotros, pero a pocos metros de que se nos cruce, tratamos de evitar la mirada directa. Es lo que Guiddens define como Desatención Amable. Creo que todo esto forma parte de nuestra conducta animal o genética.

Te cuento esto ahora que comienzas a entender que hay en nosotros una parte espiritual que puede condicionar la otra parte genética. Porque no somos animales. Y en clave de gracia, ya no podrás decir nunca más aquello de "es que yo soy así". Ya lo hablamos una vez. ¿Te acuerdas? Si eres así, cambia. Esto es lo que te aporta Jesús. Saber que, a partir de ahora, no estarás más condicionado por tu parte animal. Es decir, hay algo muy fuerte en tu interior que te empujará a obrar de otra manera y que hará corregir tus instintos primarios, desde tu modo de conducir, tu tono de voz, tus conversaciones, y en consecuencia tu propia mirada. Ya lo sé. Todo esto cuesta. No te niego que existe el sacrificio; por suerte. Y es que la cuaresma, como tu misma vida cristina, no sólo se experimenta en lo personal, también es una puesta en escena desde que cierras el pomo de la puerta de tu casa y te enfrentas al mundo. ¿Has probado una vez salir a la calle y vivir una jornada entera sin ofender a nadie?

Te pongo de nuevo el ejemplo del bar, pero con otro enfoque. Porque hay personas que, una vez han encontrado a Jesús, rompen esa barrera de la Desatanción Amable, para practicar otro tipo de mirada, más penetrante y directa. Son miradas sinceras alejadas de complejos. Se trata de una señora a la que conozco y por la que siento verdadera admiración. Tiene ya más de noventa años, pero se desenvuelve con soltura. Cada mañana entra en un bar céntrico y se sumerge sin rescoldo en el estruendo vocinglero de los 'desayunantes'. Elegante y alegre en su gesto, como emperatriz de su seguridad, esta señora da los buenos días al entrar, tratando en su brevedad de recorrer con su mirada los rostros de todos los presentes. Aunque hay mesas libres, siempre se dirige a la misma esquina de la barra. Café con leche y media tostada con aceite. Desayuna de pié. Otro cliente, próximo a ella, trata de tirarle de la lengua: - Señora, ¿y usted qué dice del Puigdemont? - Espera unos segundos, levanta la cabeza, mira a su interlocutor y con una sonrisa le responde un ingenuo" no sé". La observo y degusta su desayuno con antojo. Pero advierto que la servilleta de papel utilizada para limpiarse la boca sigue en su mano. Extraño, pues aquí todos la tiran al suelo. Finalmente, deja en la barra el importe y antes de marcharse se dirige a todos con otra dulce sonrisa: -"Adiós, buenos días"- . Ya en la calle, a unos siete metros del bar, hay una papelera pública donde esta mujer deposita la servilleta todas las mañanas.

La estampa de esta señora me sosiega. Me hace feliz verla cada mañana. Me hace pensar en mi vida. Me hace reflexionar sobre mí. Si contemplamos a esta gran mujer, mi querido amigo, ¿dónde puede estar su parte animal y dónde su parte espiritual? En cualquier caso, convendrás conmigo en que necesitamos un plus espiritual para sobrellevar esta vida. Por eso te animo en estos días de Cuaresma a reflexionar en ti mismo. Porque, como dice el sacerdote Fabio Bartoli, por suerte existe la Cuaresma. O porque en la alegría de esta mujer está la verdadera conversión. Dale sentido a tu parte espiritual, y ánimo.

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