Análisis

Isamay Benavente Directora del Teatro Villamarta

Otras perspectivas, diversas miradas

Desde hace algunos años vengo siguiendo a algunos directores teatrales argentinos que han revolucionado la manera de contar en teatro y, sobre todo, han puesto el acento en temas que me interesan sobremanera.

Podría hablar de Veronese, quizás el pionero en dirigir de una manera diferente y en poner el acento en temas domésticos o familiares; esos que te cambian la vida cuando los ves en el escenario y que, de repente, te hacen identificarte con lo que siempre has sabido o sentido sobre ti misma.

Pero desde luego, el que cambió radicalmente mi percepción, y creo que la de muchísimos espectadores, fue Claudio Tolcachir con su montaje La Omisión de la Familia Coleman. Ver ese retrato familiar donde todos tratan de sobrevivir en un ejercicio de equilibrios, apoyos, cariños y traiciones… Y ver a esos actores prodigiosos fue una gran revelación.

Claudio Tolcachir empezó escribiendo y dirigiendo sus obras con su grupo en el salón de su casa, de ahí el nombre de su sala -una de las más prestigiosas del teatro independiente en Buenos Aires-, Timbre 4.

Ahora leo que esta dirigiendo una serie para HBO mientras en España coinciden varias obras dirigidas por él; el viernes próximo pasará por Jerez una de ellas: La mentira. Varios de nuestros actores más conocidos en una obra aparentemente comercial -ninguna lo es y menos si pasa por sus manos-. Y no podría haber escogido mejores actores. Carlos Hipólito es capaz de hacerte creer con sus palabras que es el más seductor de los hombres. Hace años, en Almagro, fui testiga de su Don Juan de Tirso de Molina, y juro que entendí que todas cayeran en sus brazos, tal es la fuerza de su palabra. Natalia Millán, rara avis en España, es una actriz que si hubiese nacido en EEUU sería una de las grandes estrellas de Broadway: actúa, baila, canta y todo lo hace muy bien. Me encanta que Tolcachir dirija una obra como esta porque es capaz de darle la vuelta a todo lo que enfoca.

Ahora estoy fascinada con Pablo Messiez. Lo he descubierto tarde pero desde que lo he hecho soy fan declarada.

Su dramaturgia y dirección de Todo el tiempo del mundo aún resuena en mi cabeza, esa pequeña historia familiar donde varias generaciones conviven en el tiempo contándose lo que no se decía, esas mentiras sobre las que está construida cada familia. Espero tenerlos aquí la próxima temporada. Qué decir de los actores españoles que han puesto en pie esa pequeña gran obra. Sientes el frío y el desconsuelo de Javier Lara, el dolor de Carlota Gaviño, la alegría y el positivismo de María Morales (qué personaje amoroso) y el desconcierto del protagonista, Íñigo Rodriguez, así como su ansia por comprender tantos enigmas. Su madre, su tía, su novia, su mujer, su hija, todas intentando que entienda algo del sentido de su vida, de la vida. El texto bien podría ser un libro de psicología familiar avanzada.

Este fin de semana he visto la puesta en escena que ha hecho de una obra de Santiago Loza, He nacido para verte sonreír, y no he podido menos que caer rendida ante su sabiduría teatral. Entre otras cosas, ha dirigido a dos actores increíbles. Isabel Ordaz se llevaría el Goya, el Óscar y cualquier premio al que optara. Qué maravilla de matices en una madre que no sabes si te quiere mucho y por eso te anula o te anula porque te quiere, te envidia, te ata, te protege… ¡Ay, qué prodigio de matices! Lo dicho: no vayan al psicólogo, vengan al teatro. Tenemos diversas miradas y todos los grises posibles.

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