Se consideraba "una superviviente" pero le plantó cara a su cardiopatía, no llevaba vida de enferma sino de mujer con ganas de lucha, en lo político y en lo personal.

El corazón ganó la batalla cuando tenía solo 46 años, pero los ha vivido plenamente, sin concesiones a su salud precaria. Jugó al baloncesto, tuvo un hijo y jamás dejó de lado un compromiso profesional. Se dejó llevar por la pasión en todo, sin cortapisas, asumiendo sus responsabilidades a conciencia, a tope. La mejor madre, la mejor compañera, la más leal militante socialista, la que defendía con más vigor sus principios.

La muerte de Carmen Chacón ha provocado una conmoción generalizada. En la familia socialista y en los políticos ajenos al socialismo, lo que dice mucho en honor de quien ha sido casi todo en política aunque no alcanzó su objetivo de convertirse en secretaria general. Se enfrentó además a uno de sus amigos más sinceros, Alfredo Rubalcaba, fundamental en su carrera, que la incluyó en el equipo de trabajo del PSOE cuando el partido hacía la oposición de Aznar. En ese grupo Carmen aprendió todo lo que había que aprender sobre comunicación y además conoció en profundidad al que fue su marido, Miguel Barroso, del que decía que se había enamorado como una cría. Con Rubalcaba mantuvo la amistad entrañable a pesar de que le ganó -por la mínima- la secretaría general. Con Pedro Sánchez en cambio la decepción no tardó en llegar. La hizo secretaria de Relaciones Internacionales pero la puenteaba constantemente, y cuando no quiso asumir responsabilidades tras sus demoledores fracasos electorales, Carmen no dudó en firmar la baja como miembro de la Ejecutiva para provocar así, junto a otros compañeros, la salida de Sánchez de la secretaría general.

Fue una mujer excepcional en lo político y en lo personal. Cercana, leal, defensora con uñas y dientes de la gente que quería y de los principios que defendía. El paso por Defensa acrecentó considerablemente su sentido de Estado, además de convertirla en una admiradora incondicional del espíritu de servicio y de sacrificio de los ejércitos. Le molestaba que no se valorara suficientemente su trabajo, su valor y su profesionalidad.

El PSOE era su ilusión y también su cruz, sobre todo en los últimos años, y confesaba que su decisión de no presentarse candidata al Congreso en las elecciones de junio podía ser reversible, quizá algún día el PSOE volvería a ocupar el lugar que merecía. Creía que Susana Díaz podía lograrlo. Eran amigas desde hacía años, amigas sinceras, se comprenden las lágrimas de la presidenta andaluza al llegar a la capilla ardiente.

Se ha muerto una política importante, pero sobre todo se ha muerto una muy gran mujer.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios