Análisis

Manuel sotelino

Todos quietos

Nos actualizamos a pequeños sorbos pero sin perder los fundamentos

A raíz de un simpático vídeo que ha pululado por las redes sociales sobre una 'igualá' en las Tres Caídas en el que todos estaban quietos como maniquíes, reflexiono sobre el movimiento evolutivo en las cofradías.

Las hermandades han tenido un especial arraigo a lo tradicional, aunque no siempre lo han logrado. A pesar del barroco imperante que todo lo abarca, no siempre han logrado sujetarse a sus raíces.

Los palios se siguen dibujando con filigranas 'juanmanuelinas' que se inspiran en el siglo XVII, aunque más refinado y elegante. Rodríguez Ojeda fue un vanguardista que no se salió de las líneas prefijadas del barroco para innovar. En estas últimas décadas en las que las tecnologías van a más velocidad que una comanda en masterchef, las cofradías se actualizan poniendo ordenadores en sus secretarías y páginas web para comunicarse con sus hermanos. Y eso sin contar reuniones de junta a través de WhatsApp. Organizan zambombas y aprovechan cualquier modismo para alimentar sus presupuestos o derivar beneficios a las bolsas de caridad.

Si uno se acerca a San Juan de la Palma un Domingo de Ramos parece que nada ha cambiado en los últimos cuatro siglos. Pero no es así. La Amargura cambió su estilo a primeros del siglo pasado y la Veracruz de Jerez de los años ochenta poco tiene que ver con la actual. Las identidades se han ido transformando a los nuevos tiempos.

Nos actualizamos a pequeños sorbos. Sin perder los fundamentos, que es lo importante. La cuadrilla del palio de los Dolores también ha cambiado desde los tiempos de Gorrión al presente. Y además le han agregado música. Y eso no es negativo si sus hermanos lo aprueban. Todo cambia, a pesar de que el otro día en San Lucas se quedaran todos pasmados. Como detenidos en el tiempo o aferrados al pasado.

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