Hablando en el desierto

Agravios mutuos

¿Qué se diría de un católico que propugnara la reconquista del norte de Africa?

A la parte del clero musulmán tocado de los nervios les aumenta la neurosis cuando se acuerdan de las Cruzadas y de la pérdida de Al-Ándalus. Ah, si el clero católico sermoneara sobre las invasiones sarracenas desde los púlpitos historiados y el Espíritu Santo representado en el tornavoz, muchos mártires enriquecerían la Iglesia en tiempos de tibieza. De las Cruzadas hace ya tanto tiempo que se ha creado un prejuicio sobre ellas, indestructible, como suelen ser los prejuicios. Si hiciéramos una encuesta por la calle a gente iletrada sobre la reconquista de los Santos Lugares, todos se declararían en contra sin haberse leído tres líneas sobre el asunto ni tener intención de informarse. Está en contra, sin más, por la fuerza de los prejuicios. Esto da pie al clero musulmán para enseñar que las Cruzadas fueron tan perversas que hasta los cruzados estaban en contra. En las escuelas coránicas enseñan estas cosas y los alumnos tienen la impresión de que las Cruzadas fueron en vida de sus abuelos.

Otra cuestión de prédica es Al-Ándalus, que muchos españoles, incluidos andaluces, confunden con Andalucía, y aquí los imanes tienen menor fuerza porque tocan la fibra sensible de la tierra propia, y si se preguntara quién está de acuerdo con devolver Al-Ándalus a las hordas de un nuevo moro Muza, no solo estaría todo el mundo en contra, sino que se aprestarían para la defensa con las imágenes sagradas de las vírgenes en procesión con todas las joyas puestas y banda de música. Son dos disparates de interpretación histórica, pero uno cuela en la sensibilidad popular y el otro no. Al-Ándalus no existe, al igual que el reino de Trebisonda o el de Numidia. Son regiones históricas que, en el caso de Al-Ándalus llegó en unos momentos hasta el sur de Francia y en otro se quedó solo en Granada ciudad y a duras penas. También a los fieles de las mezquitas y, sobre todo, a los escolares se les dice que sus abuelos tenían olivares en Jaén y viñas en Moriles, y los pobres muchachos se indignan contra nosotros y se les despierta el espíritu de re-reconquista. Agravio por agravio, ellos invadieron primero, tanto Tierra Santa como la Hispania romana. Diríamos con toda razón: "Estaba yo sentado en la puerta de mi viña recitando el salterio y los loores de santa María, cuando aparecen por la hijuela unos desconocidos armados que me echan de mi casa y me presionan para que me convierta a una religión falsa." Nada de esto cuenta el clero pusilánime desde los ambones sostenidos por Asmodeo. ¿Qué se diría de un católico que propugnara la reconquista del norte de África para reinstaurar el cristianismo, y de Constantinopla, para liberar del yugo turco al Patriarca? No quiero ni pensarlo, aunque no suponga un despropósito mayor que el de los imanes. Estamos en desventaja.

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