MEJORANDO LO PRESENTE

Ángel Mendoza

Andaluces, levantaos

PASAN los años, caen a plomo los lustros y las décadas y hay lugares comunes para los que parece que no existe el tiempo. Cómo entender, si no, que a estas alturas de la película, cuando los dominios de Internet han invadido, también, el devenir electoral y vamos camino de una política de tercera generación (como los móviles o las agendas electrónicas) alguien viaje hasta el Sur para devolvernos a nuestro ridículo y secular papel en la historia de este país. La semana pasada, en visita a Cádiz, el candidato número dos del Partido Popular por Madrid, Manuel Pizarro (ya saben: el Rey Midas de Endesa) defendió ante su auditorio "una Andalucía que no esté subsidiada por el desempleo", y en donde los andaluces "trabajen, paguen sus impuestos, sus cotizaciones sociales y puedan ser dueños de su futuro". Otra vez la insidiosa etiqueta, el sambenito que nos persigue así pasen mil años, la firme sospecha de que no somos más que unos mantenidos de ese otro país serio, fecundo, emprendedor, y clemente, además, con el hermano cigarra: ese vergonzante despojo de la familia.

El regreso al tópico no ha hecho sino alumbrar en la memoria hitos insignes de tamaña desconsideración, momentos que sólo tendrían que ser recordados como disparatados ejemplos de ese regodeo en el estereotipo vulgar que es, al mismo tiempo, una forma de maldición colectiva a la que no debe condenarse a pueblo alguno. Como la bronca de aquel Lendakari cuando le preguntaron, días antes de inaugurarse la Expo 92, por su opinión sobre el evento y él ladró que "a ver si por fin Andalucía aprovechaba una oportunidad". O la escena de aquel alto cargo de UCD en viaje a Sevilla que, nada más pisar el aeropuerto de San Pablo, se caló un sombrero cordobés y prendió un clavel en su solapa, esperando encontrar quién sabe qué estampa de guitarristas y flamencas. O hace unos meses, cuando la ex consejera de Educación (socialista, por cierto, lo cual demuestra la versatilidad del argumento) justificó los malos resultados de nuestros alumnos en el informe PISA como la consecuencia de un profundo atraso secular. Y cómo olvidarnos de Ortega y su Teoría de Andalucía, donde leemos: "La famosa holgazanería andaluza es precisamente la fórmula de su cultura".

Pero de la publicación del dislate orteguiano se cumplieron en 2007 setenta y cinco años, y a nadie se le escapa que es el producto de una época y que, como tal, debemos leerlo hoy. Como a nadie debería escapársele que hay datos que ponen en entredicho ciertas verdades cada vez menos absolutas, como ese de que once comunidades autónomas de nuestro país recibieron el año pasado más rentas pasivas, o sea subsidios, que Andalucía. Pero lo fácil es seguir eternizando el sello intemporal, la marca indeleble, para que, de vez en cuando, venga un tío listo del mundo civilizado a querer arrancarnos de nuestra maldita miseria.

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