Cuarto de Muestras

Aprender a seducir

Americanas y francesas hacen trampa

Al ver el otro día a las actrices de Hollywood protestando por los abusos sexuales, todas vestidas de negro, enfundadas en sus vestidos largos, brillantes y escotados, se me vino a la cabeza la imagen antigua de las señoras bien, con sus collares de perlas australianas y sus bolsos carísimos, vendiendo caprichos en los rastrillos para aliviar a los pobres. La misma paradoja. Se comprende que el mundo de las reivindicaciones tiene su estilismo y no se puede ir a defender los derechos de los desprotegidos de cualquier manera.

Las francesas que son muy suyas y, muy sobradas, han respondido a la protesta tachándola de puritana e invocando la libertad como bien supremo para poder importunar un poquito sin ser tachado por ello de delincuente sexual. No pierden la oportunidad de seducir a los hombres ni cuando los acusan de actuar con torpeza. Me he acordado de Ninette y un señor de Murcia.

No me gusta que el acoso sexual sirva de excusa para posar en una alfombra roja o para que las francesas experimentadas seduzcan a los hombres torpes. Al final o al principio de todo acoso sexual sobre un hombre o sobre una mujer lo que suele haber es una relación de poder y subordinación porque si no es difícil que haya verdadero acoso. El flirteo, como bien dicen las francesas, es otra cosa. Quitarse a un moscardón de encima es fácil si tu futuro profesional o económico no depende de aguantarle sus "torpezas". Sucumbir libremente por interés, tampoco es acoso.

Americanas y francesas hacen trampa. Lo que realmente puede liberar no es un traje negro y escotado ni reírles a los hombres sus torpezas para seducir. La verdadera defensa ante cualquier acoso es la capacidad de decir no. La capacidad de parar los pies y, si es necesario, denunciar porque siempre habrá quien quiera abusar de su poder en algún aspecto, incluido el sexual.

La gran paradoja de nuestro tiempo es que reclama igualdad en las relaciones de sexo y pareja, pero los modelos que nos venden las películas, las series y la literatura son modelos de posesión y de enganche, amor tremendo o ñoño. El amor en las pelis no es igualitario quizás porque en la vida difícilmente lo es. Es mucho más que eso.

Debemos aprender a seducir sin imponer, que como nos enseña La Rochefoucauld consiste en: "No hablar nunca de uno mismo a los demás y, hablarles a ellos siempre de sí mismos: es todo el arte de agradar. Nadie lo ignora y todo el mundo lo olvida".

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