HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Ateos por Darwin

NUNCA se dejó de hablar de Darwin ni de discutirse sus teorías, pero con el bicentenario de su nacimiento se han avivado las pasiones. Richard Dawkins, biólogo, profesor de la Universidad de Oxford y promotor de la campaña "Probablemente Dios no exista", se declara ateo porque después de Darwin, dice, es difícil de sostener que un ser superior haya diseñado el mundo. En el lado contrario, las sectas cristianas lectoras literales de la Biblia, el islamismo en auge y quienes pierden la cabeza en el intento de explicar el creacionismo como una ciencia, no bajan la guardia. Después de los grandes descubrimientos de hombres atormentados y excepcionales (Galileo, Newton, Darwin entre los primeros), hay una crisis de fe entre quienes se aferran a las antiguas teogonías para alimentarla. Me sigue pareciendo, como ya he comentado otras veces, que ser ateo hoy es más difícil que hace mil años y que la interpretación literal de los libros sagrados es una terquedad cercana al fanatismo o fanatismo sin más.

Cuando Dios era un ser con nombre propio, creador del hombre a su imagen y semejanza por hacer algo distinto en su eternidad, que descansa de su trabajo, se pasea al mediodía por el Edén para espiar, habla a los profetas, se encoleriza y tiene celos de otros dioses, ordena crueles matanzas y ni siquiera le ofrece a la humanidad un paraíso tras la muerte, sino una vida material próspera y numerosos descendientes a cambio de alabanzas, era más fácil rechazar a un dios tan arbitrario y exigente y adorar a otro, a todos o a ninguno. Ahora es más complicado ser ateo o creyente porque la ciencia no tiene respuestas para ninguna de las dos opciones. Juan Antonio Herrero, profesor de la Universidad del Estado de California, cree que ampararse en la ciencia para negar a Dios "Es convertir a la ciencia en algo que no es: una religión, o peor aún en una superstición. Lo que la ciencia no sabe simplemente no lo sabe."

Los cosmólogos no aciertan a explicar cómo de la Nada se autocrea el Universo. La nada debe ser algo, dicen unos, o la expansión de ese algo ha sido por la voluntad de Alguien. Otros les responden que los cosmólogos deben hablar de ciencia, no de escolástica, y elaborar hipótesis y teorías que nos acerquen a la verdad científica. Ser ateos sin haber desentrañado las complejísimas leyes físicas ni aclararado los azares de la evolución, parece atrevimiento, y serlo por la fe en que un Creador ha diseñado un mundo sin terminar, lleno de sufrimientos y dolores, parece simpleza, a menos que al diseñador se le haya escapado de las manos y dejado el mundo a su suerte una vez hecho el acto de voluntad. Nada sabemos. Sabemos tanto que nuestra ignorancia se agranda y nos apesadumbra. Dios debería existir para hacer justicia y compensarnos de las penalidades de la vida; pero, de momento, tenemos que esperar para saberlo.

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