Ni siquiera enseñaban las cachas. Al contrario que las paragüeras del Circuito, las ninfas del Carnaval suelen ir en Cádiz bastante recatadas. A menos que haya quien se excite con los trajes de piconera, no parece que actúen estas chicas como reclamo sexual, ¿verdad? Pues incluso así, cierto concejal de Fiestas tuvo el detalle de llamarlas también mujeres-florero. Ellas se quejaron, claro, pues no entendían que alguien, para defenderlas, tuviera que insultarlas, y sus protestas no cayeron en saco roto, ya que ese concejal de Fiestas muy pronto dejó de serlo. Ahora es concejal de Juventud.

Si vuelvo sobre el asunto es porque no quiero que se malinterprete mi artículo anterior. Por si alguien no lo entendió, aclaro: no veo nada sucio en que una joven trabaje de modelo, ni en que paguen a un señor por estar macizo y demostrarlo; aunque admito que ponerse de acuerdo en estas cosas de la moral es imposible. La alternativa sería el pensamiento único, que yo no sé muy bien en qué consiste, pero suena fatal.

De hecho, la misma persona que ve mal ir con poca ropa para ganarse la vida luego puede que defienda tenazmente el nudismo en las playas. Pero es que en las playas no suelen pagar por despelotarse. Y quizás ahí esté la clave: en la mala prensa que ha tenido siempre cobrar por lo que se hace (así sea enseñar inglés o enseñar las ingles.)

Hay que admitir que no son especialmente imaginativos aquellos publicistas que, para vender yogures, sacan a una señora medio en cueros relamiéndose, pero que si toca vender coches, sacan a otra señora estupenda, solo que ya no se relame por el yogur, sino por el maromo que tiene al lado conduciendo. Y digo yo, ¿no somos ya mayorcitos en esta sociedad como para que anden juzgando por nosotros y vengan a explicarnos lo que es digno y lo que no?

En las carreras de motos se vende de todo, y como la publicidad es un concepto que viene de público, es lógico que el reclamo esté pensado más para la gente que va a las carreras que para los que se quedan leyendo a Kierkegaard. Pero que el ambiente motero sea ruidoso, y tirando a hortera, no nos tiene que alarmar, porque ruidosa y hortera es la cabalgata del Orgullo Gay y, sin embargo, nadie se atrevería a pedir desde una postura progresista que prohibieran esos desfiles donde se muestra la carne en todo su esplendor de silicona, lentejuelas y zapatos de plataforma.

Criticar la sexualidad cuando no se emplea con fines reproductivos es muy antiguo. Tan antiguo como creer que los que piensan de otra forma están manipulados. Por ello agradeceríamos a quienes persiguen las costumbres disipadas de la vida moderna que elaboren un manual de urbanidad donde se detalle cuándo alguien es libre enseñando las carnes y cuándo cae en el libertinaje; cuál debe ser el largo de las faldas (para que quien las lleve no se convierta en un objeto) y a cuántos metros de la costa hay que estar para quitarse la parte de arriba del biquini sin que suponga una vergüenza.

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