SALIÓ Mas de La Moncloa y se armó el follón. Y todo porque el presidente de la Generalitat se apresuró a informar que Zapatero, en la reunión que acababan de mantener, le había prometido que permitiría que Cataluña aumentase su endeudamiento lo que, lógicamente, llevaría a esa comunidad, que en los últimos tiempos ha aireado sus problemas económicos, a un aumento de su déficit. Esto, que Artur Mas proclamaba como un triunfo suyo y de Cataluña, encendió la indignación de presidentes de otras autonomías que, también ahogados por las deudas, tenían vetado ese camino para conseguir liquidez. Bueno, al día siguiente, tanto Zapatero como Elena Salgado, la vicepresidenta económica, trataron de aclarar lo que ellos consideraban una confusión, matizando que lo que se autorizaba a Cataluña no era un mayor endeudamiento nuevo, sino la refinanciación de la deuda ya existente, lo cual, según afirmaron los dos, tenían autorizado todas las demás autonomías, como se había acordado en el Consejo de Política Fiscal y Financiera.

Inmediatamente después de la reunión en Moncloa, Mas consiguió del Parlamento catalán un aval para emitir deuda por dos mil seiscientos millones de euros, o sea, que la cosa iba en serio. Y, según parece ahora, cualquier comunidad, con permiso o sin permiso de Zapatero, puede hacer lo mismo que los catalanes siempre que se comprometa a ajustarse al tope de déficit. Pues muy bien para todos, o muy mal para todos porque, si no nos controlamos, la podemos liar.

Pero lo que uno se pregunta es qué le dijo, de verdad, Zapatero a Artur Mas, y también, qué le pidió Artur Mas a Zapatero. Porque con las cosas de comer no se juega, y menos con los catalanes por medio, y resulta difícil creerse que Mas no se enterase bien de lo que le decía el presidente del Gobierno, ni éste de lo que le pedía Mas. O a lo mejor, acordaron una interpretación abierta que cada uno, luego, pudiera acoplar a sus respectivos intereses que, en el Congreso de los Diputados, pueden ser coincidentes. Es posible, como insinúa la vicepresidenta Salgado que los presidentes autonómicos, que denunciaron trato de favor para Cataluña no se hubiesen enterado de que ellos estaban autorizados para hacer lo mismo que Mas decía que a él, y solo a él, habían autorizado.

Si así fuese, aunque resulta chocante tamaña ignorancia, lo que habría que hacer es organizarle un homenaje a Mas por parte de sus colegas autonómicos porque, gracias su interesada interpretación, los demás han accedido a unos niveles de conocimiento financiero que antes no tenían. En su tiempo fue café para todos, y ahora es deuda para todos, gracias al señor Mas, que es mucho Mas.

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