P OR muchos es reconocida la mala fama del Día de los Enamorados, el Día del Padre, Día de la Madre, etc. Y no porque sean jornadas señaladas más feas o más bonitas, o porque al protagonista no le guste lo que le han regalado. Es su carácter meramente comercial lo que desprestigia a estas fechas, perfil que obviamente aprovechan los centros comerciales, y en el que muchos hemos picado alguna vez. Pero hay que otorgarle a uno de estos días, el del Libro, una mención especial. Y es que a mí, la verdad, no me importa nada, nada que me regalen el 23 de abril, y si es como marca la tradición catalana, pues mejor. Tampoco me cuesta nada, nada acercarme a una librería e incluso a la de algún gran centro comercial, para comprar un maravilloso libro de algún autor apasionado para celebrar este día. Una invención ésta del Día del Libro que seguiré celebrando en pro de la lectura.