¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

'Bon Nadal'

Esperamos que Arrimadas sea una reencarnación del Duque de Alburquerque, el jockey más grande que ha dado España

A los muchos desastres, tedios, ardores y tragedias que acarrea la Navidad, este año sumamos unas elecciones autonómicas catalanas en la que cada voto será una trinchera. Como si no tuviésemos suficiente con los bares atestados y los estoques afilados, el dispendio ridículo de energía y papel moneda, la matraca de los profesionales de la ilusión y los jipíos de los campanilleros o las letanías de los laicistas y sus desdenes al Niño de Belén -lo único verdaderamente hermoso y profundo de estos días-, este año sumaremos al memorial de naufragios una avalancha de teletipos y titulares sobre el ya muy cansino y orteguiano procés. Tanto la Navidad como el conflicto catalán responden al muy estudiado mito del eterno retorno. Resumiendo: no hay salvación posible, ni de lo uno ni de lo otro.

Lo más amargo del trago es que, probablemente, las elecciones del próximo jueves no servirán para nada. Así lo volvía a indicar ayer la encuesta de El periódic d'Andorra con la que el Grupo Zeta burla esa absurda prohibición de publicar sondeos una semana antes de unos comicios. En resumen, la última andorrana vuelve a dibujar una Cataluña dividida en dos bloques irreconciliables, en la que cualquier victoria será por la mínima y en la que los independentistas tienen más opciones que los constitucionalistas de lograr una mayoría absoluta en el Parlament. Preparémonos pues para unas Navidades en las que los dimes y diretes de los políticos catalanes se colarán en las copiosas cenas familiares, espesando aún más el ambiente y la digestión.

Muchos aún esperamos que Inés Arrimadas (la única posibilidad real de los constitucionalistas) sea una reencarnación política del Duque de Alburquerque, el jockey más grande que ha dado la historia del turf español, capaz de remontar las carreras más complicadas incluso cuando ya tenía 65 años y la mitad de sus huesos rotos. Como bien ha escrito alguna vez Fernando Savater -que se ganó la vida una época escribiendo crónicas hípicas-: "el Duque era el triunfo de lo imposible". Sería bonito ver a la intrépida Inés volar en un purasangre -Lady Chacolí, por ejemplo- adelantando a sus rivales, empujada por los hurras del gentío y ganando en los últimos metros. Sí señor, sería bonito lanzar nuestros sombreros al aire como celebración, pero hay muchas posibilidades de que los que suban al pódium catalán sean Junqueras (aunque sea transmutado a Rovira) y el espectro de Puigdemont. Un verdadero espectáculo. Al final, todo volverá a ser igual, Cataluña y la Navidad.

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