José Luis Rodríguez Zapatero es un caso. Su mediación en Venezuela es un ejemplo más de cómo las buenas intenciones pueden causar grandes catástrofes. Es cierto que en Venezuela hay una derecha muy agresiva que quiso acabar con Hugo Chávez desde el principio: con golpes (en uno de ellos tuvo mucho que ver España), con huelgas en el petróleo y con un revocatorio. Pero lo que esa derecha advertía -la cubanización del régimen- se ha cumplido, aunque si Chávez fue un drama, Maduro es una farsa. Hoy, sólo una extrema izquierda muy particular apoya a Maduro, con quien no cabe más negociación que la restitución del Parlamento y la convocatoria de presidenciales. ¿Qué hace Zapatero? ¿Qué suerte de quijote de la concordia es éste? Viene a cuento de lo de Cataluña. También aquí se sintió pleno de buenas intenciones para solucionar la histórica cuestión catalana. ¡Y los enfadó a todos! Al PSC, porque le encargó un Estatuto que después cepilló en el Congreso, y para cuya aprobación tuvo que pactar, a espaldas de Maragall, con Mas. Y a los catalanes, porque hubieron de votar un texto que después sería trastocado torpemente por el Constitucional, con más voces que lápiz. Y ETA: aquello salió, finalmente, bien pero porque los terroristas, con Thierry al frente, rechazaron la propuesta que Egiguren entregó a Ternera. Y no hubo negociación.

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