El 19 de diciembre de 1757 era sepultado en el antiguo convento de Capuchinos el cuerpo del mejor escultor que ha dado Jerez. Resulta difícil imaginarse el marco en el que se desenvolvió la sombría ceremonia. Son muy escasos, de hecho, los testimonios gráficos y documentales que nos han llegado de este edificio. Todo parece indicar que se trataba de un conjunto de líneas sencillas y austeras, como es habitual en la orden. Y ello pese a que su construcción se llevó a cabo en pleno Barroco pues consta su fundación en 1661. Esta sobriedad no estuvo, sin embargo, reñida con una rica decoración, entre la que destacaba el lienzo de "El Jubileo de la Porciúncula" de Zurbarán, hoy en el Museo de Cádiz. La Desamortización de Mendizabal acabó con la presencia de los frailes e inició el proceso de la merma de sus piezas artísticas. El inventario desamortizador habla de estas obras, de la capilla de la orden tercera o de los retablos del altar mayor y de los laterales, dedicados a la Pastora, el Sagrario, la Virgen del Dolor, San Antonio y San José. Años más tarde el convento se convierte en Hospicio Provincial. Iglesia y dependencias pervivirían hasta 1970. Décadas antes los capuchinos al volver a Jerez se encontraron su viejo cenobio en estado de ruina. Era la funesta época del desarrollismo y el reformismo postconciliar, unidos en destructiva suma. La respuesta a la ruina terminó siendo el derribo. Poco se salvó entonces y perdidos quedaron los huesos de Francisco Camacho. Una nueva estética de diafanidad y hormigón se elevó sobre los venerables escombros. La contradicción es que tras el exterminio de lo antiguo llegó la incomprensión de lo nuevo por sus más recientes moradores, los mismos que han tenido que marchar ahora por la consabida falta de vocaciones y que la dejaron llena de fruslerías y de flamantes "productos neobarrocos".

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