Llegó la ilusión infantil de los Reyes Magos, de la cabalgata y del roscón. Sus Majestades acudieron a adorar al niño siguiendo una estrella, la misma que muchos quisiéramos encontrar en el camino para iluminar las encrucijadas. Buscándola en el cielo recordé el poema de Fernando Pessoa donde dice sentir pena por las estrellas: "Bailando desde hace tanto / tanto tiempo, tanto / que lástima siento de ellas / ¿No habrá quizás un cansancio / de las cosas / de todas las cosas / como de las piernas o el brazo? / ¿No habrá, en fin / para las cosas que son / no una muerte, pero si / otro género de fin, / o una muy grande razón / más o menos algo así / como un perdón?"

Con esta última palabra tamborileando en mi cabeza, escribí a SS.MM. para que me trajeran un saco lleno de perdón para repartirlo por los cuatro puntos cardinales y perdonar sin reservas a quienes haya que perdonar. También pedí indulgencias para ser perdonada e iniciar una nueva andadura ligera de equipaje. Añadí el deseo de recordar lo primero que me hizo sonreír al nacer, pensé que así podría refrescar la esperanza. Luego se me vino a la memoria la amiga que se fue para no volver y supliqué que se asomara por una ventana del cielo para que me contara cómo es estar en la gloria. Solicité reencontrarme con mi primer amor para revivir aquél terremoto de emociones que no he vuelto a sentir. No resistí la tentación de encargar carbón para algunos políticos, pero también rogué para que el mundo se reconcilie, que olvide las afrentas y que el sueño extraviado de la paz se haga realidad. Pedí que mis amigos permanezcan, que el amor se siente a mi mesa, que las ausencias no lastimen el alma, que la existencia se convierta en un tintineo en medio de la adversidad y que el trabajo nunca falte. Como deseo final, imploré que las estrellas, aunque cansadas y aburridas, no dejen nunca de brillar.

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