Hubo una época en la que abundaban las noticias pero no había sitio donde contarlas. Así que tuvieron que inventarse los periódicos. Pasado el tiempo se abrieron tantos periódicos que a veces faltaban cosas para contar. Entonces hubo que inventarse las noticias.

En estos momentos la oferta de medios de comunicación es tan tremenda que la cantidad de chismes que hay que sacarse de la manga para rellenar todo ese espacio que queda disponible entre un anuncio y el siguiente está empezando a superar al propio número de informaciones que en otras circunstancias merecerían un poco de crédito. Por ello, y gracias sobre todo a las redes sociales, corren los rumores que se las pelan. Rumores como esos que alarman a muchos padres que ya no se fían cuando salen de compras, porque lo raro es que una familia vaya hoy a unos grandes almacenes sin que alguna rumana le secuestre a un par de hijos engañándolos con chucherías. Y eso si las chucherías no son de las que reparten los narcotraficantes en las puertas de los colegios, que también es un rumor de sobra conocido.

Hasta donde me alcanza la memoria, nunca faltaron las leyendas urbanas. Durante años tuvimos claro que a Walt Disney lo tenían congelado como si fuera una merluza; o que la hermana de Lola Flores no era su hermana, sino una hija que había parido en secreto. Tan claro como que Groucho Marx en su lápida pedía disculpas por no poder levantarse. A lo mejor es usted de esas personas que a fuerza de entrenar han desarrollado un sexto sentido y cuando leen, por ejemplo, que Donald Trump permitirá a cada americano tener una pequeña central nuclear en el sótano de casa, sospechan que le están intentando tomar el pelo. Enhorabuena en tal caso.

Sin embargo, hay una gran mayoría de gente que se traga lo primero que le sueltan, así sea que se van a prohibir las procesiones para no ofender a los musulmanes o que la fruta engorda más si la comes de postre. Casi un 90% de los españoles, al parecer, se traga ese tipo de trolas. O eso dijeron el otro día en las noticias (que a ver si no va a tratarse también de una trola porque, llegado un punto, es que de las noticias se fía uno menos de lo que se fiaría el mismísimo Pirrón (quien, según dicen, fundó la escuela de los escépticos, que eso también está por ver).

Lo mejor de todo es que, con la mosca instalada detrás de la oreja para siempre, cabe ser optimista. Si resulta que aquello de que la Muralla China se ve desde el espacio es mentira podrida, ¿por qué vamos a tener que aceptar como verídicas noticias como que el montante de lo robado durante el auge de la corrupción española es mil veces superior a lo que se robó en el atraco al tren de Glasgow? Y volviendo con el presidente de los Estados Unidos, ¿por qué hay que creer que se columpia con las medidas contra el cambio climático? A lo mejor es mentira. O a lo mejor el propio cambio climático se lo han inventado para entretenernos, y cualquiera de las catástrofes que nos anuncian son tan verídicas como las historias aquellas que contaba Paco Gandía. Ojalá que sí.

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