Habladurías

Fernando Taboada

Desde China con amor

Ala alcaldesa de mi pueblo no la dejan respirar tranquila. Si se le ocurre presentarse ante un jefe de estado vestida de la misma guisa que vestiría una quinceañera para colarse en la discoteca de su barriada, ¿qué hacen? ¿La admiran por su naturalidad? No. La ponen verde. Pero si pretende ponerse un sueldo que le sobrara para vestir como una marquesa, tampoco se salva. Si llega a las tantas a su cita con unos embajadores, no comprenden que tal vez se haya demorado por culpa de unos pantalones que tardó horas en ajustarse. Y sin embargo, si en lugar de llegar tarde, hace como esta vez y se marcha de viaje oficial a la China con tiempo de sobra para llegar varios días antes de lo debido y sin ninguna prisa para regresar del Lejano Oriente, resulta que ni por esas le perdonan la vida.

Pongámonos serios. Si esta mujer viaja hasta la China representando a Jerez, no será por gusto. Lo hará para promocionar el turismo. ¿Y acaso existe mejor forma de promocionar el turismo que dando ejemplo y disfrutando de un destino exótico, donde lo mismo te pasean en palanquín que te encuentras en la sopa la aleta de un tiburón? Cuando ha tratado de promocionar el Rocío, se ha puesto ella un traje de flamenca, y cuando ha tocado promocionar carreras de motos, no se le han caído los anillos por vestir como una chica joven y descarada. Pero la envidia carece de límites.

Por afearle, le afean hasta que haya ido acompañada a China de su antiguo guardaespaldas, hoy felizmente ascendido a cargos de mayor enjundia. Y le recriminan que sólo se haga acompañar de él (que no es precisamente el más representativo de la plantilla municipal en materia de promoción turística.) Y digo yo, ¿no estamos en época de vacas flacas? Pues si es momento de apretarse el cinturón, ¿no será más juicioso hacerse acompañar de un solo hombre, antes que presentarse en la patria de Mao escoltada por un séquito de lacayos, palafreneros, doncellas, secretarios, cocineras y cronistas oficiales? Además, ¿qué sabe la gente sobre las virtudes secretas de su antiguo guardaespaldas? Se sospecha sobre su competencia como gerente turístico pero, conociendo las inquietudes de la alcaldesa, a lo mejor ha preferido la escolta de un señor guapo y macizo simplemente para disfrutar de lo que más le gusta, es decir, para hablar sobre la poesía de Pablo García Baena, que le chifla, o de las últimas tendencias de la pintura figurativa.

Penélope Cruz es incapaz de viajar sin su maquillador personal. Nadie le tose por ello. Y Sarah Bernhardt no salía de casa sin su ataúd rosa. La aplaudían a rabiar. Entonces, ¿qué mal hay en que una alcaldesa votada democráticamente viaje gratis con la compañía que le dé la gana? Al fin y al cabo, lo que realmente anda en juego es la excelencia turística de Jerez. Ya sea el turismo de congresos o el del flamenco, el del vino o el de los caballos. Que viajar siempre fue un placer.

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