La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Chute en vena para Puigdemont

El fallo alemán es importante porque golpea la línea de flotación del relato de España: sin violencia no hay rebelión

La Audiencia del estado alemán de nombre impronunciable y casi inescribible con capital en Kiel ha propinado un palo considerable al Estado español -en la figura del magistrado del Supremo Pablo Llarena- e inyectado un chute de euforia al independentismo catalán en la persona del prófugo Carles Puigdemont. Tampoco hay que exagerar, pero lo cierto es que España ha tenido un mal día y el procès catalán uno de sus (pocos) días buenos.

La importancia del caso radica en que, después de la visión de-leyenda-negra que se proyectó de la España democrática durante el referéndum del 1-O, el dictamen del tribunal de Alemania ha supuesto el único éxito del secesionismo en la internacionalización del conflicto de Cataluña. En estos seis meses Puigdemont había recibido el apoyo de grupos políticos escuálidos -en muchos casos, lo peorcito de cada país-, ahora es la Justicia de la nación nuclear de la Unión Europea la que le ha dado un balón de oxígeno que quizás no le salve, pero sí le anima y reconforta.

La trascendencia del revés radica también en que golpea en la línea de flotación del relato construido por la democracia española (Gobierno, Senado, Tribunal Supremo) para contrarrestar el relato mentiroso de los independentistas. Al negar que Puigdemont pueda ser facturado a España para ser juzgado por el delito de rebelión, el tribunal de Schleswig-Holstein hace suya la tesis de los que abolieron la Constitución en Cataluña: no hubo violencia en los días aciagos de septiembre y octubre (bueno, lo que dice realmente es que no hubo la violencia suficiente para imponerse al Gobierno), el independentismo es un movimiento pacífico y sus ideas no se pueden combatir con represión policial ni judicial, sino con medidas políticas, negociando y pactando.

Los jueces alemanes se tragan el argumento, aunque con matices. El más relevante, que seguirán tramitando la extradición de Puigdemont al país predilecto de su odio por un delito de malversación porque no encuentran indicios de que el sujeto vaya a estar "en riesgo de persecución política" . Puigdemont queda en libertad bajo fianza y forzado a domiciliarse en la zona, a la espera de la decisión definitiva.

En términos políticos, Puigdemont no es ni va a ser presidente de la Generalitat, que es lo fundamental, pero ha ganado esta batalla y su horizonte penal se adivina menos negro que antes. Sólo un consuelo para él.

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