En internet se encuentra todo: desde recetas de cocina para hacer el pollo en pepitoria hasta fórmulas para eliminar las manchas que deja el pollo cuando se come en pepitoria sin el debido cuidado. Y también salen noticias. Noticias para todos los gustos, porque hay páginas que dicen una cosa, pero si preferimos otra versión, no tenemos más que buscar un poco para que, por el mismo precio, nos digan exactamente lo contrario.

Entre esas noticias, la que más me desconcierta últimamente es la que sugiere la posibilidad de estar siendo víctimas aquí en España de un ciberataque ruso. Como mi conocimiento del espionaje internacional es limitado (de hecho, tengo dudas sobre si las historietas de Mortadelo se basan en los servicios de inteligencia de las grandes potencias, o si, por el contrario, son los servicios de inteligencia los que están inspirados en las historietas de Mortadelo), he acudido a las propias fuentes a ver si me aclaraba.

Con las cautelas que conviene tomar para buscar en internet información sobre las propias mentiras de internet, he llegado a la conclusión de que, al margen de la veracidad de la noticia en sí, a Rusia le podría interesar bastante emprender campañas de intoxicación a través de las redes sociales para que Europa se descuajeringue. Con una táctica incendiaria (y muy barata, por cierto, ya que no hay ni que sacar los tanques) es posible dividir al enemigo soltando bulos para que los ciudadanos se enzarcen como dos mastines en una pelea de perros: es decir, sin tener muchos motivos, pero a dentellada limpia.

¿Habrá mejor manera de enfrentar a los europeos que alentando los separatismos y demás versiones de la ultraderecha? No hay que leerse Otelo para saber que meter cizaña es lo más sencillo del mundo. Con unas cuantas provocaciones lanzadas estratégicamente, se puede lograr que cunda el odio entre vecinos. Quizás por eso circulen tantas patrañas acerca de lo brutos que somos los españoles, sobre todo si se compara nuestro carácter áspero con el carácter angelical que distingue al independentismo. Por eso tal vez se saque a Franco de la tumba con el propósito de asustar a los niños en las guarderías, o se hable de presos políticos sin ton ni son, y se llame zombis a los que sí que fueron encarcelados por sus ideas durante la dictadura pero hoy no están dispuestos a aceptar este disparate cainita del nacionalismo.

Lo raro es que no vayan más allá en la difusión de esos delirios a los que conduce el victimismo. En la misma línea que ha abierto cierta candidata a presidir el Govern -que a estas horas ni siquiera está en un manicomio por decir que el Estado español había amenazado con sembrar Cataluña de cadáveres si no se estaban quietecitos- se podría abundar contando cómo en todos los colegios madrileños se canta el Cara al sol, revelando que hace tiempo que las Cortes cayeron en manos de una secta satánica, y dejando claro que los andaluces no trabajamos porque nos basta con lo que nos pagan por vender los bebés que robamos en Barcelona a las mafias que trafican con órganos. Y así vamos tirando.

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